INESPERADO
Hay cosas que nunca me dejan de sorprender. Todo pasa de blanco a negro en décimas de segundos. Las acciones que ayer eran a derechas, hoy son a izquierdas. Las palabras que el día anterior eran negativas a los dos segundos son las palabras más bellas que se podrían escuchar. Y así, de una forma que no llego a entender, las perspectivas van cambiando, el punto de vista se mueve hacia otra dirección.
Y en ese momento, me pregunto el por qué, me lleno de interrogantes, de cuestiones, e intento buscar aquello que me ofrezca una salida, un camino que me explique, al igual que en un librillo de instrucciones, la manera en la que los gestos, las miradas, y las palabras cobran significado.
Se supone que hay que confiar en las personas, en el ser humano, en la buena voluntad que se supone que nos caracteriza, ¿somos buenos por naturaleza? Tal vez, pero esa bondad acaba siendo corrupta, pues la sociedad la va conquistando, la engaña con juegos, la da palos, un día le regala y al otro le pide que le devuelva todo multiplicado por dos, y aun así ¿sigo confiando en la gente? Debo decir que si, que lo hago, porque sino no podría confiar en la educación, en la rehabilitación de las personas, en la integración, pero también he de confesar que cuesta, que se hace duro, que a veces parece que no avanzas, sino que por el contrario te vas chocando y chocando con paredes ante las cuales solo tienes dos opciones, saltar o esquivar. ¿Qué cual tomo yo? Yo tan solo me paro, miro, me estampo y para terminar la atravieso, se que no lo he dado como opción, y no es que me haya olvidado de ella o se me haya acabado de ocurrir, sino que es lo que debería de hacer y no hago.
Voy de un tema a otro, y me parece que al final me acabo alejando de aquello que quería decir, y es que como se dice en la película de Forest Gum, no es la vida, sino el ser humano, el que es como una gran caja de bombones que nunca sabes por donde va a salir o que es lo que te va a tocar.
Y en ese momento, me pregunto el por qué, me lleno de interrogantes, de cuestiones, e intento buscar aquello que me ofrezca una salida, un camino que me explique, al igual que en un librillo de instrucciones, la manera en la que los gestos, las miradas, y las palabras cobran significado.
Se supone que hay que confiar en las personas, en el ser humano, en la buena voluntad que se supone que nos caracteriza, ¿somos buenos por naturaleza? Tal vez, pero esa bondad acaba siendo corrupta, pues la sociedad la va conquistando, la engaña con juegos, la da palos, un día le regala y al otro le pide que le devuelva todo multiplicado por dos, y aun así ¿sigo confiando en la gente? Debo decir que si, que lo hago, porque sino no podría confiar en la educación, en la rehabilitación de las personas, en la integración, pero también he de confesar que cuesta, que se hace duro, que a veces parece que no avanzas, sino que por el contrario te vas chocando y chocando con paredes ante las cuales solo tienes dos opciones, saltar o esquivar. ¿Qué cual tomo yo? Yo tan solo me paro, miro, me estampo y para terminar la atravieso, se que no lo he dado como opción, y no es que me haya olvidado de ella o se me haya acabado de ocurrir, sino que es lo que debería de hacer y no hago.
Voy de un tema a otro, y me parece que al final me acabo alejando de aquello que quería decir, y es que como se dice en la película de Forest Gum, no es la vida, sino el ser humano, el que es como una gran caja de bombones que nunca sabes por donde va a salir o que es lo que te va a tocar.
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