EL PSICOPEDAGOGO IMPLICADO EN LA NUEVA VISIÓN DE LA EDUCACIÓN
El papel del psicopedagogo es muy importante siempre y cuando se integre con el tutor, con el equipo de docentes, etc., y establezca lazos de unión con las situaciones que se crean en el centro. Es decir, no es un mero espectador, que de una forma u otra receta soluciones para distintos casos, sino que se debe involucrar, sus recetas deberán llevar un seguimiento, no puede ser algo puntual, y su trabajo con los docentes debe ser continuo y cooperativo, haciendo que su intervención sea transformadora y con un carácter investigador, entendiendo esto como la situación en la que todo profesional puede aprender de la interacción con los demás.
En palabras de Juan Fernández Sierra – “el psicopedagogo debe verse a si mismo y actuar como un profesional crítico, no solo con las intervenciones y perspectivas de los demás, si no, y especialmente, con la suya propia y, lo que es mas importante, con los enfoques y tareas tradicionales que la orientación y los orientadores han puesto en escena en el sistema educativo de nuestro país”.
De esta forma se establecen lazos con los docentes y se buscan soluciones para integrar la diversidad que inunda las aulas a medida que avanza el tiempo. Estas medidas deben cambiar muchas cosas que parecen que se han convertido en fijas dentro de la cultura escolar, como son: las calificaciones numéricas, las metodologías que se aplican, los tiempos restringidos, la agrupación de los alumnos., la organización del aula.
Todo esto es lo que tenemos de una educación tradicional y que ha perdurado durante tanto tiempo y que poco a poco debemos cambiar para integrar la diferencia, par que, como dice Gimeno Sacristán “el niño siga manteniendo el derecho a la educación y no solo a la escolaridad”.
Pero para esto debemos modificar diversos aspectos, en palabras de Marchesi (2003), “hace falta que el currículo sea flexible, que se amplíen la formas de participación de los jóvenes, la conexión con el mercado laboral, la orientación académica y profesional, la relevancia de los aprendizajes, la riqueza metodológica…etc.” aunque todo esto requiere un esfuerzo no solo por parte del docente, ni del psicopedagogo, sino un esfuerzo de toda la comunidad educativa.
Además, esto implica, que dejemos el libro de texto a un lado, que busquemos otras formas para alcanzar aquellos objetivos mínimos que queremos alcanzar y que nuestra acción docente no se base en una estructura separada en: introducción, contenidos, actividades y esquema final a modo de repaso como nos suelen presentar las grandes editoriales. Mezclemos la creatividad, la imaginación, los intereses de nuestros alumnos, hagámosles participes de su formación, de su propio conocimientos, dejando a un lado la gran normalización que nos impone SM, Anaya, Bruño, etc.
Así pues, partimos de los objetivos generales para adaptarlas a lo que queremos estudiar, es decir, utilicémosles par guiarnos no como un libro de instrucciones al que debemos seguir a pies juntillas.
Y por ultimo, y en consecuencia con lo expuesto, la famosa palabra, “evaluación” esta no debe ser una mera calificación que dicte el destino de un alumno categorizándole como fracasado o como un niño que puede seguir en nuestro sistema educativo. Si no que debe corresponder a un feed back que nos permita seguir avanzando, mejorando nuestro proceso, realizar una reflexión sobre todo aquello que ocurre en nuestras aulas, debe ser como el instrumento que nos permita interiorizar y comprender aquello que hemos trabajado.
Finalizo diciendo, que el camino es largo pero en palabras de Antonio Machado- “Caminante no hay camino se hace camino al andar”. Así pues, hagamos esa vereda, comencemos a pasear con ella, cojamos nuestras ideas, nuestros conocimientos, metámoslos en la mochila y vayamos forjando nuestro destino, esperando llegar un día a lo que ya en pequeños grupos reducidos se esta consiguiendo.
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