A MI REGRESO
Volví. Regrese a la rutina diaria. Ya no ando por las calles de Roma, no hablo en un medio inglés, italiano y castellano, no veo nada nuevo, no me encuentro a nadie con ese acento típico. No me muevo, no monto horas en un autobús para ir a Napoles, ya no estoy en Pompeya, no ando entre las antiguas calles, no veo nada que se salga de lo habitual.
¿Y Roma? Sorprendente, todo es historia, en cualquier calle pueden encontrar algo, o algún detalle que te indica el paso del tiempo, lo curioso, es que cuando estas allí el tiempo no pasa, porque te quedas atrapado por todo lo que encuentras.
Las ciudades medievales como Asis, en las que cualquier momento, es bueno para tirar una foto. O Siena, con sus barrios, sus iglesias, su plaza en forma de concha, sus estandartes, sus banderas, la gente, el turismo, sus historias y anécdotas.
Florencia, la ciudad que me iba a encantar, de la cual me esperaba todo y me dio tan solo una catedral y un montón de palacios renacentistas, además de una guía local valenciana, que sinceramente, parecía más bien como si nos estuviera dando una vuelta por su casa. Claro está, que toque el morro del jabalí, porque aunque de todo haya sido lo que menos me ha embrujado, estaría siempre dispuesta a volver porque el mejor cappuccino esta allí, en la cafetería más antigua, y en la que de estar en la barra al sentarte en la mesa hay una diferencia de unos cinco euros aproximadamente.
Pavua, ciudad grande, pero del norte, y esto se nota en su gente, más seria, menos latina, menos cercana, pero siempre italiana.
Pisa y su torre inclinada, la verdad, es que no solo es ella, es todo, todo el conjunto, todos los elementos que hay a su alrededor, la impresión nada más verla, la gran pregunta, el gran interrogante, su inclinación, el porqué todo fue destruido por las bombas y ella sigue allí, expectante, esperando a caer algún día.
Milán. Dicen que es una de las ciudades donde la gente va más elegante, y cierto es, pues nunca había visto a mujeres portando trajes de Armani con tacones de quince centímetros y montando en bici, y aunque esto resulte sorprendente, me impacto también su gran catedral de un claro estilo gótico, estar arriba del todo, andar por sus tejados, y en cada paso preguntarme como la habrían construido, como habrían hecho esas torres, quien era el encargado de hacer tantas figuritas para adornarla…un gran obra y una gran maravilla.
Y por último Venezia, porque es especial, porque me enamora esa ciudad. Siempre al verla por televisión, al observar fotos, decía que algún día quería ir, pero ahora que he estado allí, diría que no puedo estar lejos de ella, porque el ambiente es cautivador, los canales, las góndolas, los gondoleros con sus camisetas de rayas y sus gorritos, las máscaras, las palomas, los puentes, el agua y la tierra, su batalla particular, …, todo estaría bien si estas en Venezia.
Es decir, si algún día no me veis por aquí, recordar que estaré en Italia, porque estoy enamorada de ese país, de su gastronomía, de sus ciudades, de su gente, de su acento, de su idioma, de los viñedos, de las ruinas, de su historia, de sus fuentes y canales, de sus cafés, de sus costumbres, y de su forma de ser, y no es que me vaya allí apropósito sino porque me habré perdido en alguna calle, porque me habré quedado simplemente el cielo de Italia.
2 comentarios
Lara -
Aunque mis proyectos para un futuro proximo son Paris y NY, asi que si te apuntas a alguno? se que ya has estado, pero bueno por verlo otra vez, jiji.
Un besito guapa!!!
Sara -
Un besitooo