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EL RINCÓN DE MIS PENSAMIENTOS

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FRASE PARA RECORDAR EN OTRAS OCASIONES...

FRASE PARA RECORDAR EN OTRAS OCASIONES...

No esperes que los demás hagan lo que tu harías, porque simplemente, no lo harán.

LA PRIMERA VEZ...EN PLENO SIGLO XXI

LA PRIMERA VEZ...EN PLENO SIGLO XXI

Dicen que siempre hay una primera vez para todo…la primera vez que te dejan salir más de las doce de la noche, la primera vez que entras a un bar, la primera vez que vas a solas con un chico al cine, el primer beso, la primera vez que practicas sexo (aunque muchas veces y de la forma que lo tenemos idealizado debería decir “hacer el amor”) y la primera vez que recibes una invitación de bodas por parte de una amiga….

Hoy ha sido mi primera vez de esto último. A las catorce y veinticuatro, traspasaba la puerta de mi casa acompañada feliz de su novio, mi amiga, para darme su invitación de boda. Una invitación que olía a café, una invitación que tras leerla dos veces no podría deciros lo que pone. Porque… ¿cómo me iba a imaginar yo que en pleno siglo XXI  la gente menor de treinta años todavía se casaba?

Lo más sorprendente de todo, es que yo, defensora a ultranza de que nunca me iba a casar, me ha entrado esa especie de sentimiento... de esperanza, pero… ¿a que esperaba? ¿A organizar una boda? ¿A repartir invitaciones? ¿A hablar de si me han tenido que meter el vestido porque he adelgazado de los nervios? ¿De mi luna de miel? Sinceramente,  no me siento capaz de describir todo lo que ha pasado por mi mente en la media hora, pero solo era capaz de verles a ellos, tan felices y con la gran indecisión de si era mejor ir a Tailandia o a China…

Por mi parte, y una vez que se han marchado me he empezado a preguntar cuánto tiempo me quedaba a mí para tener todas esas dudas, y creo que nunca las tendré….mi boda será una boda medieval, las flores serán campanitas blancas por todos lados con olor a jazmín, los invitados serán menos de 100 (no sé el número exacto, porque todavía no puedo cerrar la lista, ya que a saber la gente que me queda por conocer), mi vestido será sencillo, vaporoso y suelto a partir de debajo del pecho, y mi pelo un semirecogido, mi viaje será New York,…, sin embargo, ahora solo me queda una duda ¿Quién me esperará en el altar? J

APRECIABA SU RUTINA....

APRECIABA SU RUTINA....

Aquella tarde, no es que se sintiera sola, de hecho tenía dos planes por delante. Una noche de fiesta, loca, divertida, desenfrenada, y por otro, un plan mas estilo “chill out”, una taza de café con una vieja amiga y una charla distendida de cómo habían cambiado sus vidas en poco más de un año.

Pero ella, necesitaba otra cosa, o más bien a otra persona. Y pensaba, “si estuviera él, nunca me hubiera quedado en casa”, porque él era capaz de leerle la mente, porque no la obligaba a nada, podía estar a su lado sin esforzarse por ser esa persona que esperaban de ella. Podía ser ella misma, con sus viernes aburridos y soñolientos, y sus peleas por elegir qué película quería ver, mientras se agazapaba en sus brazos y caía en un placentero sueño.

En ocasiones, o más bien, en momentos de crisis en la pareja, ella pensaba “es que ya no hacemos cosas divertidas, parece mentira como hemos caído en la rutina”, pero en momentos como hoy, se daba cuenta porque había caído en ella, y era porque simplemente la encantaba, era maravillosa, y más cuando llevaba días sin verle, era coger fuerzas para un nuevo inicio, era un punto y seguido en su vida, era un abrazo, una caricia de lo  que más le gustaba sentir. Se encontraba en el paraíso.  Una sensación extraña y deliciosa, aunque a la vez, tan corta, tan insípida, que rezaba y contaba los minutos para que llegará el próximo viernes y oír de sus labios, mientras fingía estar dormida, esas tres palabras, “Te amo princesa”

EN MIS BAJOS Y EN MIS ALTOS

Con mis bajos y mis altos, mis miedos y mis esperanzas, mis fracasos y mis logros…todos puestos en una gran paleta de colores. Amarillos que me dejan entrever entre retazos de melancolía lo que un día fue mi otoño, rojos que me muestran el calor y la ilusión de aquellas sonrisas perdidas, verdes que me dejan deslumbrada ante la esperanza que una vez mostré, y grises, muchos grises que me atrapan, que me encadenan, y me nublan cada vez que tengo que volver a replantearme mi vida.

 

Pareja, trabajo, amistades, y lo más difícil futuro. Porque mi futuro es mi presente, porque lo que vivo es lo que me cambiará. Y lo que me cambiará soy yo misma. Yo, la que se esconde ante las decisiones, la que da vueltas e inventa miles de caminos para no llegar. La que pre visualiza la meta y desea encontrarse con una tortuga que la rete y la haga confiarse.

 

Hay momentos en los que te dejas llevar, o en los que tomas una contundente decisión, y luego están mis momentos, en los que haces pereza porque no tengas que estar en ninguno de los dos anteriormente mencionados.

 

Soy lo completamente opuesto a valiente, puedes llamarme cobarde o reflexiva, porque me paso tanto tiempo en las transiciones investigando pros y contras que nunca salgo de ellas.

 

El fin de este texto…no puede encontrarse porque todavía no he definido de la forma que quiero que acabe….

FOTO TRAS FOTO EN LA PANTALLA

FOTO TRAS FOTO EN LA PANTALLA

Allí estaba. Mirando foto tras foto en la pantalla. No les prestaba mucha atención, tan solo tenía la mirada perdida mientras escuchaba el sonido de la tecla del ordenador. ¿Qué podría hacer? ¿Cómo buscar una salida a su gran problema? Aquella mañana se había dado cuenta de que a causa de un error todo lo que creía que había ganado gracias a una herencia de una tía lejana lo había perdido.

 

Está bien, era consciente de que ese dinero le había llegado a sus manos de una forma un tanto extraña y complicada, pero lo había aceptado, lo había acunado, lo había amado desde un primer momento y, tan solo en un instante, lo había perdido todo.

 

Ya daba igual, podía ver las instantáneas tomadas en diferentes épocas de su vida, porque cada una de ellas no volvería a repetirse, y no solo porque la gente había ido entrando y saliendo de su vida, ni porque ella había crecido, sino también porque su nivel económico estaba simplemente en bancarrota. Sus pertenencias se habían reducido a un ordenador, algo de ropa, y a sus recuerdos.

 

Recordaba cuando salió con el primer chico y el beso tímido que le dio en la puerta del portal. Rememoraba como su grupo de amigas se había ido destruyendo a causa del instituto y de la universidad. Anhelaba los cumpleaños rodeada de su familia. Y aquellos días y noches que pasaba con su amante en la cama.

 

Harta de compadecerse decidió salir a la calle con un pequeño monedero que contenía sus últimos billetes de cinco euros, que por desgracia, eran bastante pocos.  Se adentró en un mercado que había cerca de la estación dispuesta a acabar con todo, a fulminar los últimos ahorros que le quedaban. Pero cuál fue su sorpresa cuando vio, que en los puestos no vendían frutas, ni legumbres, ni carne, ni pescado, sino, pequeños tarros con unas etiquetas de colores en los que se podía leer: Felicidad, amor, amistad, cariño, respeto….Además ese día tuvo suerte, porque estaban todos de promoción, “Llévate tres y paga solamente dos”.

 

Comenzó a comprar de todo. En cada uno de ellos encontraba aquello que tanto había echado de menos minutos antes en su habitación mientras miraba fotos en una pantalla de ordenador.

LLEGA EL DÍA "X"

LLEGA EL DÍA "X"

Llega el  fatídico día, aquel en el que todo comenzó a cambiar.  Aquel que transformó las verdades en mentiras, las risas en compromisos y las dudas en obsesión. Nada volvió a ser como en un principio, y en cambio, desembocó en mi vida el principio del fin. No todos los días “X” tienen que ser aquel día, pero todo lo que lo rodea y mi gran disposición, siempre me tienden la mano a una gran espiral que me atrapa y me hunde hacía un fondo del cual dudo que exista.

ESTÚPIDO SOMBRERO...

ESTÚPIDO SOMBRERO...

“¡Oh, no! ¡Mi sombrero!” Salió volando por el camino como si alguien lo hubiera atrapado con una caña de pescar y estuviera tirando con todas sus fuerzas. Yo, por otra parte, daba grandes pasos detrás de él, pero me resultaba imposible agarrarlo. Pareciera que estuviera jugando conmigo, puesto que cada vez que me agachaba para ponerle las manos encima, volvía a volar.

 

“¡Ya está bien! ¡Para ya! ¡Eres un sombrero estúpido! ¡Deja de correr!”. Era increíble, no me oía, por más que gritaba, por más que le hacía gestos y le mostraba mi enfado no se detuvo ni un instante. Es como si por un momento, hubiera cobrado vida y se hubiera revelado porque tan solo le saco en verano, pero ¿qué quiere que haga? Los sombreros como él no están preparados para la lluvia, nunca han sabido mantenerse en la cabeza cuando llegaban los fuertes vientos, así pues, ¿qué más podía hacer, más que tenerle guardado en una cajita solo para sombreros, con un aparatito de esos antipolillas?

 

Una vez me amenazó, me dijo que ya no me aguantaba mucho tiempo, que quería respirar cada día, vivir cada minuto, y salir a pasear por las calles dando igual que estación fuera. Yo me quedé con cara de sorpresa “¡Esta loco! ¿Acaso pretende el suicidio?” pensé mientras le observaba al decirme todo aquello.

 

Cuando ya habíamos llegado casi al pueblo, se detuvo en un árbol, sin embargo la rama era muy alta y yo seguía sin poder alcanzarle. “Perdona, tal vez, no te he escuchado. Tal vez, no tuve en cuenta tus deseos. A lo mejor, me equivoque al guardarte en una caja todo este tiempo. Pero comprende, que era por tu bien, para que no te pasara nada, no sabía que en realidad, te estuviera haciendo más daño que si te hubiera permitido salir de allí”. Le dije con un tono vago, avergonzada por tener que llegar a ese extremo, y observar que nunca le había sabido escuchar y comprender.

 

“No pasa nada, ya todo ha acabado. En cambio, me alegra que te hayas dado cuenta, eso me reconforta y lo valoro mucho, porque has sabido reconocer tu error. Pero al igual te digo, que yo también quiero hacer eso, cometer mis errores, tener la libertad para poder tropezar una y otra vez. Cuando llegue el invierno, seguiré aquí. No sé si me destruirá una gran lluvia, o un huracán, pero por lo menos lo habré vivido. Gracias por este tiempo de tu compañía, y esos veranos maravillosos que he compartido contigo, los guardaré siempre en mi memoria”. Mi sombrero, ya esta, eso era todo, me pidió que me fuera sin llorar y que guardará también los grandes momentos. Yo me aleje despacio, mirando el suelo y casi llorando, perdía algo que había sido mío, aunque, sin embargo nunca me perteneció.

Al cabo de mucho tiempo, cuando regresé al pueblo, me acordé de él y volví a aquel árbol. De lejos me pareció verle, pero lo que me di cuenta, es que había muchos más, todos los sombreros reivindicalistas, todos los que se habían opuesto alguna vez a llevar su vida monótona en el armario se habían concentrado allí. A algunos les faltaba el lazo decorativo, a otros, les habían salido agujeros, y muchos habían perdido su color, pero habían formado muchas familias, puesto que en ellos, se alojaba una especie rara de ave con hermosos colores, verdes, amarillos, rojos,…, daba igual que fuera invierno o verano, porque como se suele decir había calor de hogar. Ya eran una familia. Se habían independizado.

AL FINAL DEL CUENTO

Había una vez una chica que se perdía continuamente. Había probado a tirar miguitas de pan por el camino para luego poder volver, acudir al los lobos para ver cual era el mejor camino que podía seguir, o entrar en una gran casa de chocolate a preguntar.

 

Ninguno le daba una respuesta clara “¡Pero bueno! ¡He preguntado yo primero!” pensaba cada vez que alguno de ellos la respondía con más y más preguntas. Quería que alguien le dijera: “Sigue este camino recto, cuando veas que has acabado gira a la derecha. Luego tras veinte pasos gira de nuevo a la derecha, y hallaras un camino de baldosas amarillas que tendrás que seguir. Cuando veas un gran árbol  lleno de manzanas te podrás sentar y quedarte todo el tiempo que quieras, porque ese, ese es tu lugar”.

 

Pero, todo lo contrario, no conseguía a nadie que dijera aquello, todos se empeñaban en realizar adivinanzas, juegos de palabras, frases retorcidas que no tenían ningún sentido…. Y ella cada vez estaba más y más desesperaba. Además, mientras caminaba sin rumbo por las calles se encontraba con amigos que le decían: “¿Pero todavía estas por aquí?, ¿no te parece que ya eres mayorcita para dejar de perderte?” o frases como: “Tu lo que debes hacer es lo que hacen todas, es decir, comer una manzana dormir y esperar a que tu príncipe llegue. ¡Y con eso tu vida estará solucionada! ¡Así de fácil!”

 

“¡Me niego! ¡No quiero ser una princesa! ¡No quiero tenerlo todo planeado! ¡Si, es cierto, puede ser inmaduro, o que no sepa tomar decisiones! pero al fin y al cabo estamos hablando de mi vida, ¡de una vida que quiere acabar debajo de un gran manzano pero sin tomar manzanas! ¿Y cómo llego a ella?”  Como veis, nuestra protagonista estaba en un eterno debate ¿Quería por una parte el final que todo el mundo la quería planear? Pero, por otro lado,  ¿quería seguir ese camino? No tenía una respuesta precisa, no tenía una afirmación rotunda, porque todavía estaba esperando a que se le iluminara una bombilla  con una gran idea. Seguía anhelando el final del cuento, pero quería inventarse un nuevo comienzo, un nuevo argumento.