EL DERECHO A SER ELLOS MISMOS
Allí estábamos todos sentados, una huelga en el aire, atraeríamos la atención de los pájaros y, tal vez, de algunos pasajeros que volaran a algún lugar cercano en uno de esos viajes comerciales donde el tiempo previsto es de media hora o unos cuarenta y cinco minutos, puesto que siempre hay retrasos y algún señorito que llega corriendo con su maletín y su abrigo negro, porque el taxi, claro está, no podía ir más rápido, independientemente de que él, hubiera dormido un cuarto de hora más de la cuenta.
Algunos decidieron que ya que se ponían en huelga, era momento para tomar un café, otros un simple cigarrillo, y otros, sólo leyendo y reescribiendo sus derechos:
- Artículo 1: todo trabajador tiene derecho a descansar, al menos, media hora para poder tomar café, puesto que un desmayo en las alturas en las que nos movemos podría ser mortal, o por lo menos una gran oportunidad para aprender a volar.
- Artículo 2: todo trabajador tiene derecho a cantar mientras trabaja y, si se tercia, a echar un baile con alguna viga o alguna palomilla que pase por aquí cerca.
- Artículo 3: todo trabajador tiene derecho a pararse un momento a mirar lo que hace él, no lo que le mandan, ni mucho menos el clavo que tiene que clavar, sino la obra en su conjunto.
- …
Así, poco a poco, cada uno fue poniendo aquello que más le gustaría hacer en su trabajo y que creía que los demás también podrían disfrutar.
Lo único que desde allí, la perspectiva era diferente, los coches se veían minúsculos, los grandes rascacielos eran apenas unas pequeñas colinas que se levantaban bajo sus pies, y las personas….prácticamente eran inexistentes porque no se veían. Aunque los días de lluvia, se producía un gran efecto, puesto que todo el suelo dejaba de ser negro para convertirse en los alegres colores de los paraguas y, sinceramente, en esos días en los que parece que el color predominante es el gris, reconfortaba ver que había pequeñas gotas de color en el cuadro que se pintaba desde arriba.
Así pues, volvieron a mirar sus derechos, aquellos artículos que habían ido escribiendo y se dieron cuenta que lo único que querían era poder mirar hacia abajo, porque tal vez, dentro del escalafón de la gran sociedad, los obreros no pintaban mucho, pero en ese momento, se sentían por encima de cualquiera, su autoestima, su presencia, su posición… todo eso, era inalcanzable para todos aquellos que ocupaban las calles. Por lo tanto, ese fue su mayor derecho, el derecho a la libertad, el derecho a no estar bajo el yugo de nadie, el derecho a ser ellos mismos, ya bien fuera con un cigarro en la boca, con un periódico en sus manos, o simplemente mirando más allá de lo que los demás podían ver.
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