MIS RUTINAS TE ESPERAN
Esa mañana me desperté tarde, no tenía ganas de empezar, pero sabía que era mi obligación que aunque me mirara en el espejo y no me reconociera, poco a poco, volvería a ser yo.
Fui al baño, me eche un poco de agua por la cara para quitarme la pintura del día anterior, lo sé, se supone que no debo hacer eso, que la piel no transpira y todo ese rollo que llena artículos en las revistas de belleza y donde salen famosas diciendo que ellas es lo primero que hacen nada mas llegar a casa, pero en mi opinión, creo que mienten, no se quitan la pintura porque ellas se las dejan permanentemente.
Me puse la radio para que me animara, para mover mi cuerpo al ritmo que sonaba en la única emisora que coge mi minicadena. Y así fui haciendo la cama, pensando en cuanto tiempo pasaría hasta que me pudiera echar en ella y deshacerla, doblando el pijama, dándole vueltas a varios monólogos que escuche algún día sobre porque llevan botones si son los más incómodos para dormir porque se clavan. Eso me pasa mucho, el pensar en monólogos, chistes, y cosas graciosas cuando hablo, no se porque me vienen a la mente, por eso en esos instantes me viene una sonrisa a la cara, porque es algo que solo yo se, algo de lo que solo yo soy consciente, y llegas a comprender que si se pueden hacer monólogos de ciertos temas y que nos hagan gracia a muchos es debido a que la mayoría, por no decir todos, reaccionamos igual ante diversos hechos, por ejemplo los pijamas.
Más tarde, fui a la cocina, llene mi vaso de leche, siempre fría y sin azúcar ni nada que le pueda dar un toque marrón o café. Cogí unas cuantas galletas y… ¡a mojar! Aunque siempre me ocurre lo mismo, me quedo ensimismada mirando el calendario que tengo en frente, mirando los días que quedan para tal o cual cosa, mirando las fiestas, las lunas que habrá cada día,…, y la galleta, como pidiéndome perdón se va doblando lentamente, hasta que sin aguantar más, hace un pequeño ruido, plof, que viene acompañado por unas cuantas lagrimillas blancas, que como siempre me manchan la camiseta que llevo puesto.
Así que me levanto rápido a coger un pequeño paño, mojo un poco la esquina, e intento quitar la pequeña mancha que me ha dejado la galleta en venganza por no hacerla caso. Pero no se va, es demasiado testaruda para irse tan fácilmente. Así que, me obliga a cambiarme de camiseta, ninguna me pega, no con los pantalones, sino con el ánimo, siempre he creído que nos vestimos según nos sentimos ese día. Por lo tanto, me toca ir descompasada, por un lado lo que siento y por otro lo que intento expresar en vano.
Luego, las mismas rutinas de siempre, lavarme los dientes, echarme un poco de agua en el pelo, ponerme los zapatos, coger el bolso, abrigarme bien con los guantes, la bufanda, el abrigo,…, y pensar en que me marcho, en que ya volveré más tarde, en que tan solo son unas horas, pero… que largas se hacen esas horas en un invierno frío, ¿eh?
No tendría sentido contar toda esta dinámica, todas estas rutinas que sigo cada día, sino fuera para decir, que estoy esperando para que me la cambies, para que a la hora de despertarme me digas buenos días, y todo comience con buen pie. Para que en vez de poner la radio seas tu el que me cuentes que has soñado, para que en vez de desayunar viendo un calendario, desayune viendo tus ojos, y para que en vez de salir a pasar largas horas, pase pequeños minutos con la ilusión de compartir otra mañana a tu lado.
3 comentarios
Alejandro -
Echaba de menos este estilo tuyo tan personal, íntimo y especial.
No hay nadie que se haya apropiado tanto el blog como tú, al menos en los contenidos.
Seguiremos al menos este cuatrimestre...
Un saludo
Alejandro
vphileas -
Cain -