NO HAY VERDADES ABSOLUTAS
Partimos de la idea de que lo que decimos, de que lo que pensamos, siempre es lo correcto. Llevamos razón porque es lo que hemos escuchado siempre, porque nos basamos en nuestras experiencias, porque es lo que percibimos desde nuestro punto de vista.
Cuando discutimos hacemos que escuchamos, prestamos atención, pero la mayoría de las veces, no lo hacemos con la finalidad de buscar nuevas perspectivas, sino para debatirlas y contradecirlas. Nunca estamos equivocados, la verdad está de nuestro lado, sale de nuestra boca.
En algún momento, podemos llegar a pensar que la otra persona también tiene su verdad, y por ello, podemos pensar que nunca llegaremos a un acuerdo, dejando la discusión zanjada y defendiendo la idea de que los demás no nos van a cambiar la nuestra, ni nosotros la de ellos, y así, de esta forma, resolvemos nuestros conflictos. Marcamos una línea donde colocamos en cada lado al otro y al yo. Zanjamos la discusión y pasamos a otro punto.
De esta forma, ¿resolvemos algo? Evidentemente no, olvidamos el conflicto, que volverá a resurgir en otro momento. Nos encontramos en el cuarto grado de la conciencia.
Para poder dar una respuesta a todo esto, para no dejar nada apartado, debemos tener en cuenta que las personas no tenemos la verdad, solo se nos ha prestado una parte de ella. Estamos construidos por parcelas. Nadie ha pasado por lo mismo, nadie lo ha vivido igual, nadie interpreta los hechos de la misma forma…así pues, ante una discusión ¿por qué no pensar en esto? ¿Por qué no nos damos cuenta de que tal vez nosotros mismos somos los que podemos estar equivocados? O ¿Qué tal vez solo sabemos uno de los reflejos de la verdad?
A lo largo de la historia hemos estado ante auténticas verdades que no se cuestionaban, como que la tierra era la que estaba en el centro del sistema, que no era redonda y cosas parecidas. Hechos que eran incuestionables, y por los que murieron personas a decir lo contrario, y ¿el final? Creo que lo sabéis, por ello, ¿ante un conflicto porque no sabemos abrir nuestra mente? ¿Por qué no vemos más allá? ¿Por qué nos empeñamos en ponernos un pañuelo de color negro ante nuestros ojos? Y en definitiva ¿Por qué la verdad nos pertenece?
BIBLIOGRAFÍA:
R. Kegan (2003) Desbordados.
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