ME DECLARO OFICIALMEN EN CRISIS (II PARTE)
Bien, después de este parón de unos cuantos días, es hora de seguir relatando mi crisis. He dejado algún tiempo desde la última vez para dejar que los sentimientos que se abrieron, o los recuerdos que tenía en aquel momento, volvieran un poco a su lugar, a aposentarse, simplemente, porque no estaba a gusto con ellos. El ser consciente de mi pasado y del porqué de algunas situaciones un tanto desagradables no me permitía estar cómoda.
Creo que deje la historia en mis tiempos de universidad (que, no sé, si por suerte o por desgracia sigue siendo el presente), todo fue fluyendo poco a poco, yo era una barca que se dejaba llevar, porque quería y lo permitía. Es decir, iba cargada con mis dudas, mis preguntas, mis interrogantes, en pos de encontrar alguna meta o llegar a alguna conclusión. Pero cuál fue mi sorpresa que la mayor duda me llego justo en el momento en el que vi la última nota. Aprobada. Ya esta, todo había acabado aquí, soy licenciada, y… ¿ahora qué? Otra vez se presentaba ante mí la gran cuestión, ¿Qué hacer con mi vida? Ya no era como en magisterio, tenía dos años más, mis padres diciéndome que ya era hora de trabajar, mis amigas que se reían de mí preguntándome: “¿Vas a hacer otra carrera? Madre mía, ¿qué te vas a hacer todas las carreras del mundo?”. Mi abuela aconsejándome que lo mejor que podía hacer era meterme a maestra, haced las oposiciones y ya está, un trabajo para toda la vida. Mi tía: “que no fuera tonta, que siguiera estudiando, ¿un máster, un doctorado?” Cualquier opción era buena para ella. Por otro lado, existían los planes de la gente de mi alrededor, la mayoría buscando trabajos, en academias para las oposiciones, y yo…. Otra vez perdida en las múltiples opciones.
¿Qué quería? Era un momento de transición, de hecho, todavía estoy en esta, porque todavía me considero en crisis. Descarté las oposiciones porque no quiero ser maestra, quiero ser psicopedagoga, y no me veo en un sitio fijo toda mi vida, ¡qué locura!, desde los 24 hasta los 65 en una clase… no, no es el plan que tengo. Me gusta la rutina, porque ella no encierra sobresaltos, pero no me gusta sentirme atrapada, y creo que es como me sentiría si eligiera esa opción. Así pues me quedaban otras opciones: ¿trabajar o estudiar? Siempre el dilema quedaba reducido a eso.
Por lo tanto, me puse a buscar trabajo por internet, mientras decidí que seguiría estudiando, porque en realidad, se me daba bien, sabía cómo hacerlo, no tenía que enfrentarme a nada nuevo, y continuaría con mi rutina de siempre. ¿Trabajar? Puedo decir que ninguno era compatible con los cursos que escogí en el doctorado, que para los que me llamaban, o bien, me pagaban muy poco o bien, la jornada era partida y no me daba tiempo a nada…todos tenían un “pero”, un inconveniente, algo que no encajaba con lo que buscaba. Pero ¿Quería que se ajustara a lo qué exigía? ¿Tengo miedo a trabajar? Me he pasado todos los veranos trabajando en campamentos como monitora, y trabajando los fines de semana. Pero el hecho de que estos fueran trabajos a corto plazo, me ayudaba de alguna forma.
No sé explicarlo bien, no he tenido ninguna experiencia traumática, siempre me he llevado bien con mis compañeros, he estado a gusto, pero tal vez el comenzar en algo nuevo es lo que hace que me retraiga. ¿Lo dejamos entonces a un miedo a los inicios? O más bien es ¿una cobardía por mi parte a la hora de afrontar crisis? Ante estos momentos podemos huir o enfrentarnos, y yo, normalmente elijo huir, así pues, ¿dónde queda mi identidad? Según vimos en clase habría como tres tipos: en suspenso, de caos, o nueva identidad. Yo más bien creo que estoy en suspenso. Es más, me pondría un suspenso si en superar crisis se tratará. Porque no me adapto a la nueva situación, sino que más bien me voy dejando llevar por ella, esperando que en algún momento salte una chispa, y diga “¡Ya está! ¡Lo conseguí! ¡Vuelvo a ser yo!” pero llevo tiempo esperando, y eso no salta. No soy la misma, mis valores y mis creencias están cambiando, mi perspectiva no es la misma, y mis prioridades tampoco.
Pero de alguna forma u otra, no me estoy adaptando a ellas, es como si estuviera separada en dos, mi mente va por un lado y mis acciones por otro. Al final, miles de cosas se quedan en propósitos que no llegan a hacerse realidad. Pero ¿por qué no lo consigo? Es frustrante y a la vez, siento esperanza. Porque no puedo volver, y eso, significa que debo avanzar. Lo malo es saber el ¿Cómo?
Si remito a las preguntas que lance en un principio ¿Quién soy? ¿Cuál es mi identidad? Debo contestarlas diciendo que todavía no lo sé, sé como me llamo, ciertas cosas que me hacen diferentes, algunos aspectos que se encuentran en la cuerda floja, pero que siguen encerrados en un interrogante, porque en estos momentos, en la actualidad, estoy en proceso, estoy transitando. Si utilizamos la metáfora de Kegan del puente, podemos decir que sé donde esta uno de los extremos, el que hace referencia al lugar de partida, pero no tengo del todo claro a donde me quiero dirigir, por lo tanto, estoy construyendo poco a poco, para ver si de esta forma, me es más fácil detectar el otro lado, aun sabiendo, que lo que hago en estos momentos, tal vez lleve un camino equivocado que tenga que ir rectificando a lo largo del tiempo.
3 comentarios
vphileas -
Tus contactos con el mundo laboral, han sido trabajos temporales en los que no se te ha exigido demostrar lo que se te ha enseñado en la universidad, trabajos cortos que podías dejar en cualquier momento; pero te da miedo dar el paso definitivo e incorporarte al mercado laboral.
No creo que tu reticencia sea por tener que prepararse una oposición, pues como has dicho eres buena estudiante, y seguramente la harías sin mayor problema. Me parece que tus dudas vienen más bien por sentir que de algún modo debes encauzar tu vida, empezar a buscar tu espacio, independizarte y realizarte profesionalmente.
El trabajo es una obligación y una responsabilidad que no apetece asumir. No es como cuando no te apetece ir a una clase o cuando la noche previa ha habido una cena y puedes trasnochar porque sabes que mañana si faltas a la universidad no pasará nada. En el trabajo, se espera un comportamiento y unos resultados por tu parte, una demostración de que puedes hacer la función por la que has sido contratada. Eso puede sonar a atadura, pero más bien es una oportunidad para poner en práctica todo aquello que has aprendido, que has ido estudiando a lo largo de estos años, aplicarlo en tu medio, y ver sus resultados e intentar superarte y dar lo máximo de ti año tras año.
Muchas personas acaban trabajando en profesiones que no tienen nada que ver con lo que estudiaron o incluso aquellos que trabajan en lo que deseaban se dan cuenta que no les gusta su trabajo. Ojalá todo el mundo pudiese trabajar en lo que desease y se sintiese a gusto con el trabajo, pero eso no es así, y al final, lo importante es tener un trabajo e intentar hacerlo lo mejor posible.
Además, no puedes saber si te gusta o no algo sin haberlo probado, no puedes anticipar que te sentirás agobiada en un colegio sin haber trabajado nunca de maestra, o no puedes preveer que te gustará la psicopedagogía si no te metes en ella.
Está muy bien detenerse a meditar y organizar mentalmente nuestra vida, pero en otras ocaciones, simplemente es mejor dejarse llevar, que todo fluya y observar qué pasa. Puedes detenerte otra vez y cambiar de rumbo si fuese preciso.
Al final, lo importante no es la decisión en sí, sino el hecho de arriesgarse a decidir, saber que no se puede tener nunca plenas garantías de que las cosas vayan a salir bien, pero pese a eso lanzarse y trabajar para que sí salga todo como nos gustaría.
rosa -
Alejandro -
Gracias por compartir este fragmento de tu proceso. Es de lo más interesante. Bienvenida a las postmodernidad...
De momento no escribo mucho más, pero prometo escribir más adelante...
Un saludo
Alejandro