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EL RINCÓN DE MIS PENSAMIENTOS

Factores personales e interpersonales del aprendizaje escolar

SUEÑO O REALIDAD

SUEÑO O REALIDAD

“Morfeo: ¿te gustaría saber lo que es? Matrix nos rodea. Esta por todas partes, incluso ahora, en esta misma habitación. Puedes verla si miras por la ventana o al encender la televisión. Puedes sentirla, cuando vas a trabajar, cuando vas a la iglesia, cuando pagas tus impuestos. Es el mundo que ha sido puesto ante tus ojos para ocultarte la verdad.

Neo: ¿Qué verdad?

Morfeo: que eres un esclavo, Neo. Igual que los demás, naciste en cautiverio, naciste en una prisión que no puedes ni oler ni saborear ni tocar. Una prisión para tu mente. Por desgracia no se puede explicar lo que es Matrix. Has de verla con tus propios ojos. Esta es la última oportunidad. Después, ya no podrás echarte atrás. Si tomas la pastilla azul fin de la historia. Despertaras en tu cama y creerás lo que quieras creerte. Si tomas la roja, te quedas en el País de las maravillas y yo te enseñare hasta donde llega la madriguera de conejos. Recuerda: lo único que te ofrezco es la verdad. Nada más. Sígueme.

Smith: ¿Alguna vez la ha mirado fijamente maravillándose de su belleza, de su genio? Millones de personas viviendo sus vidas inconscientes ¿Sabía que la primera Matrix fue diseñada para ser un perfecto mundo humano donde nadie sufriera, donde todo el mundo fuera feliz, fue un desastre. Nadie acepto ese programa, se perdieron cosechas enteras. Algunos creían que no teníamos el lenguaje de programación para describir su mundo perfecto. Pero yo creo que, como especie, los seres humanos definen su realidad con la tristeza y el sufrimiento. Así que el mundo perfecto era un sueño del que sus primitivos cerebros querían constantemente despertar. Por ese motivo Matrix fue rediseñada así, en el apogeo de su civilización. Ha oído bien: su civilización, porque cuando empezamos a pensar por ustedes, en realidad se convirtió en nuestra civilización y claro, como imaginara es de lo que va todo esto. De evolución, Morfeo. Evolución. Como el dinosaurio. Mire por esa ventana. Su época ya paso. El futuro es nuestro mundo Morfeo. El futuro es nuestra época […] Quisiera compartir una revelación que he tenido desde que estoy aquí. Esta me sobrevino cuando intente clasificar a su especie. Vera, me di cuenta de que, en realidad no son mamíferos. Todos los mamíferos de este planeta desarrollan instintivamente un lógico equilibrio con el hábitat natural que les rodea. Pero los humanos no lo hacen. Se trasladan a una zona y se multiplican y siguen multiplicándose hasta que todos los recursos naturales se agotan. Así que el único modo de sobrevivir es extendiéndose hasta otra zona. Existe otro organismo en este planeta que sigue el mismo patrón, ¿Sabe cuál es? Un virus. Los humanos sois una enfermedad, sois el cáncer de este planeta, sois una plaga. Y nosotros somos la cura.”

 

Pero ¿Qué realidad? ¿Existe una sola? ¿La frase “en realidad” es correcta? Ante la narrativa hay dos teorías, o lados opuestos donde atrincherarse: los formalistas y aquellos que interpretan. Los primeros se basan en elementos de la narrativa bien diferenciados (personajes, sintaxis, gramatica…), y los que la interpretan defienden el que no hay una sola realidad, sino que esta es compleja, hay múltiples, la que cada persona hace de la suya propia.

 

Existe un significante, y cada uno, a través de su cultura, de su experiencia, de su bagaje le proporciona un significado concreto. Pero entonces ¿la realidad no es verdad? Es decir, habrá una verdad para cada individuo, no hay nada cierto, porque dependerá desde donde lo mires. Pero, si lo vemos así, ¿qué queda para el significante?  ¿Se convierte en algo en la medida en la que nosotros le damos sentido? Y por lo tanto ¿si no vemos algo deja de existir porque no lo interpretamos? Si enlazamos esto con una pregunta que nos planteamos a lo largo de la historia… ¿Existe vida en otro planeta? La respuesta sería clara, puesto que si no lo vemos, no existe. Pero si nosotros ya le estamos dando sentido, nos lo imaginamos, rodeamos el concepto de múltiples “verdades” ya lo estaremos interpretando, por lo tanto puede existir. Y aunque neguemos su existencia, ya estaríamos dándole una identidad o una realidad a aquello que negamos, puesto que si no lo hiciéramos simplemente no existiría ni el concepto. No habría pregunta.

 

¿Quiere decir esto, entonces, qué todo lo que nos planteamos existe? En cierta medida creo que sí, lo único que habría que ver en que dimensión se realiza esta cuestión. Por ejemplo, para aquel que se toma dos copas de más y una pastilla, y que tiene alucinaciones, y ve perros que vuelan y hadas a su alrededor  (por ejemplo, porque no me quiero meter con lo que pueda ver cada uno) para él, esta existiendo, no en la realidad que veríamos los demás, pero si en su mente, así pues, está ahí, lo está interpretando, e incluso en algunos casos puede hasta interaccionar con él.

 

Parecido a esto, estarían todas las enfermedades mentales que ven a gente, o que creen que les están persiguiendo, ... porque ellos lo ven, y lo sienten. Y aunque nosotros seamos incapaces de verlo en realidad también lo estamos interpretando, porque percibimos a esa persona y sus reacciones ante lo que cree ver, por lo tanto llegamos a interpretar, por ejemplo, lo que creemos que el individuo teme.

 

¿Y qué pasa con los amigos imaginarios? Cuando un niño tiene un amigo y te ves obligado a saludarle. No está, no le aprecias con tus sentidos, pero para la otra persona, está ahí, y tu le saludas esperando a que el niño te diga “¡muy bien!, el también te dice hola”.

 

Y mi pregunta es, si esto ocurre, si no hay una única verdad, si hay múltiples. Si todo depende de cómo lo interprete cada persona. ¿Podremos formar algún día una única verdad? ¿Estaremos todos locos al ver millones de posibilidades, de llegar a conclusiones totalmente diferentes, de crear cientos de significados de un solo objeto? Puede que esto nos enriquezca, porque compartimos y construimos a partir de lo que aprendemos de otros. Pero es también un poco frustrante, al saber que aunque construyas y construyas nunca vas a llegar a algo cierto. Podremos decir que el proceso es lo importante, que tenemos que disfrutar de él, que en realidad la meta importa en el sentido, de dirección, que es la que nos hace querer avanzar, pero hasta que punto, ¿todo esta construcción tiene significado para nosotros, si llegamos al punto de pensar que no hay nada cierto o real? ¿Cuál será nuestra meta entonces? ¿Encontrar nuestra propia realidad acerca del mundo?

 

Si enlazamos esto con el texto de Alejandro Jodorowsky, el cual, nos expone un pequeño relato de la cultura oriental, y como crea un lugar para la meditación contando con algunos alumnos que buscan encontrar la iluminación. Entonces podremos ver, como esta búsqueda de la verdad, del secreto de la vida eterna, parte de cada uno, es decir, ¿Cuál es la verdad para ti? ¿Qué te hará sentir bien? ¿En paz contigo mismo?  Pero el problema es ¿Se puede alcanzar? En el texto de Matrix, vemos como se dice que “Pero yo creo que, como especie, los seres humanos definen su realidad con la tristeza y el sufrimiento, tal vez, yo no lo diría con esas palabras, pero sí definimos la realidad siendo inconformistas, o por lo menos, a lo que el sentido de la vida se refiere.  Es decir, ¿estamos tristes, nos basamos en el sufrimiento? O es que tal vez ¿creamos conflictos para ir más allá de lo que tenemos? ¿Buscamos dar un sentido a la vida? ¿Lo acabamos encontrando? Algunos depositan toda su fe, en una comunidad y en lo que se les dicta desde ella, otros creen en todo lo que los avances científicos puedan darles, las cartas que adivinan el futuro pueden ser también una opción, pero… ¿Es ese el sentido? ¿O más bien optas por no enfrentarte a la pregunta? ¿Qué realidad construyes entonces?

 

 No es la que te están diciendo, porque en realidad, te llegan las palabras, pero tú las interpretas, por ello, hay tantas religiones que se basan en los mismos textos, porque cada uno los ha interpretado de diferente forma, y ha hecho que los demás la tomen como verdad, identificándose con un grupo. Por lo tanto, ¿Qué papel tiene aquí la “identidad”? ¿Vamos a construir nuestra verdad, nuestra realidad, dependiendo de qué identidad tomemos? ¿Va a depender del grupo? En mi realidad, o desde mi punto de vista, construimos nuestra identidad formando parte de un grupo, por lo tanto, nuestros significados dependerán en gran medida de la cultura donde hayamos crecido y de otros muchos factores, como he señalado también en un principio. Así pues, tendremos una parte segmentada de la verdad, que no coincidirá seguramente a la de otra persona que vive en el continente oriental, por ejemplo.

 

En conclusión, para mi existe todo y a la vez no existe nada, porque a través de este proceso llego al punto, donde creo, que todo lo que tengo como “realidad” es efímero y débil, puesto que puede romperse o caer como un castillo de cartas cuando se cuela una ráfaga de viento.

LA OLA

LA OLA

¿Quién es el más culpable: el que ordena o el que obedece? ¿Es Hitler responsable de todas las muertes que hubo? ¿Es el culpable del genocidio de los judíos? ¿Es lo mismo “ser culpable de” que “ser responsable de”? ¿Podríamos decir que todos son culpables por ir a favor del grupo? ¿Son los profesores responsables de lo que inculcan a sus alumnos y de la utilización de estos conocimientos por parte de ellos?

 

Si utilizamos una metodología basada en la experiencia de los propios discentes, y les dejamos que construyan...  ¿Cómo lo controlamos? ¿Hasta qué punto dejamos que vaya ese “experimento”? ¿Se necesita un conocimiento absoluto de los alumnos/as para poder llevarla a cabo? ¿Hasta dónde dejamos que la experiencia se apodere de nosotros? ¿Qué grado de implicación, tanto del profesor como de los alumnos, debe existir?

 

Si los alumnos no son conscientes de lo que ocurre y para ellos es la realidad, ¿Cómo controlar esa realidad que muchas veces atraviesa las paredes del aula y se expande a otros contextos? ¿Cómo gestionar las emociones, las relaciones, los conflictos que se crean?

 

Mi pregunta principal ¿Cómo hacer todo esto? Dirección: supongamos que nuestra dirección es enseñar lo que es la autocracia, como en una película que se expone actualmente en el cine llamada “La ola”, y que para ello, el “cómo”, el modo en que gestionamos el desempeño es a través de un aprendizaje basado en la experiencia, donde se creará en la misma clase una dictadura, es decir, estará dirigida por el profesor, llevarán signos que les identifiquen, tendrán un saludo propio, y todo lo que hagan es para el grupo, por el bien del grupo. Serán más fuertes porque se mantienen unidos, cada uno se sentirá mejor porque forma parte de algo común, y tendrán metas y objetivos compartidos. El desempeño estaría centrado en tocar las características de la autocracia, trasladándolas a clase, partiendo de lo que hacen los alumnos, de sus propias capacidades y de cómo cada uno puede utilizarlas dentro del aula.

 

¿Dónde encontramos el fallo entonces? A lo largo de la película, se ve como el profesor pierde el control, los alumnos transfieren todo lo que van aprendiendo fuera de su clase, la realidad que viven dentro del aula traviesa los muros físicos. No tratan igual a aquellos que visten diferentes a ellos, o la relación que mantienen con las personas que forman el grupo y que no son totalmente idénticos. Pero en esta pérdida del control, ¿se pierde la dirección? En realidad, no sabría qué contestar, porque las características las están viviendo, son ellos mismos las que las hacen surgir y las que las llevan a cabo, pero no son conscientes del todo, o bajo mi punto de vista, de donde están, es como un juego que ha surgido, que les ayuda en sus vidas, pero no lo relacionan con lo que significa. Es decir, cada uno de ellos, ha resaltado tanto los puntos positivos que no ven la realidad, ¿Qué es la autocracia? No aparece esa pregunta, no saben que están creando una. ¿La dirección del profesor donde queda entonces? El mismo se convierte en el líder, y ahí es donde creo que se pierde la dirección, porque en ese momento surgen dos:

- Una la del guía que va a llevar a su grupo. El que dice si alguien puede entrar o no, el que dicta, es decir,  la relación es unilateral, porque aunque los alumnos sugieran, es el profesor el que, al fin y al cabo, da su aprobación o no. Su propósito o su razón no es enseñar, no es que los alumnos construyan conocimientos, sino más bien, es mandar.

- La otra dirección, es la del profesor propiamente dicha. Quiere que sus alumnos aprendan. Que sepan que es una dictadura, que comprendan como surge, el porqué puede aparecer, que es los que la caracteriza…etc.

 

Aquí es donde se crea la confusión, donde desaparece la coherencia, donde todo parece que se sale un poco del camino que debería seguir. Así pues, ¿Es por ello, responsable o culpable el profesor de las consecuencias? No tiene guía ni mapa, se ha confundido de camino, porque su metodología es una realidad dentro de otra, y ha optado por seguir aquella que se dibuja en el suspense, la que parte de un contexto inventado, la que da respuesta a algo fuera de lo que previsiblemente hubiera sido una clase normal.

 

Por lo tanto si la dirección no está clara, los dos niveles  (desempeño y gestionar el desempeño) quedan cojos, es decir, ¿Qué hacer? ¿Cómo hacer? ¿Cuándo no se sabe donde se va, cuando no sabes el “por qué” de lo que vas a hacer?

 

Tres niveles que no quedan alineados. Tres niveles que no son coherentes, que se pierden, que cada uno toma caminos diferentes. El “Qué”, se basa en una dictadura. El “Cómo” es un aprendizaje basado en la experiencia que crea un mundo irreal. El “Porqué y el Hacía donde”, se confunden en el proceso, la autocracia y el hacerse mejor que el resto predominan frente a lo que se quiere transmitir.

 

En conclusión, una película que hace pensar, que hace reflexionar y que todavía tengo dudas, de si el profesor es culpable o responsable del final de esta, que no contaré por respeto a aquellos que no la hayáis visto.

ME DECLARO OFICIALMEN EN CRISIS (II PARTE)

ME DECLARO OFICIALMEN EN CRISIS (II PARTE)

Bien, después de este parón de unos cuantos días, es hora de seguir relatando mi crisis. He dejado algún tiempo desde la última vez para dejar que los sentimientos que se abrieron, o los recuerdos que tenía en aquel momento, volvieran un poco a su lugar, a aposentarse, simplemente, porque no estaba a gusto con ellos. El ser consciente de mi pasado y del porqué de algunas situaciones un tanto desagradables no me permitía estar cómoda.

 

Creo que deje la historia en mis tiempos de universidad (que, no sé, si por suerte o por desgracia sigue siendo el presente), todo fue fluyendo poco a poco, yo era una barca que se dejaba llevar, porque quería y lo permitía. Es decir, iba cargada con mis dudas, mis preguntas, mis interrogantes, en pos de encontrar alguna meta o llegar a alguna conclusión. Pero cuál fue mi sorpresa que la mayor duda me llego justo en el momento en el que vi la última nota. Aprobada. Ya esta, todo había acabado aquí, soy licenciada, y… ¿ahora qué? Otra vez se presentaba ante mí la gran cuestión, ¿Qué hacer con mi vida? Ya no era como en magisterio, tenía dos años más, mis padres diciéndome que ya era hora de trabajar, mis amigas que se reían de mí preguntándome: “¿Vas a hacer otra carrera? Madre mía, ¿qué te vas a hacer todas las carreras del mundo?”. Mi abuela aconsejándome que lo mejor que podía hacer era meterme a maestra, haced las oposiciones y ya está, un trabajo para toda la vida. Mi tía: “que no fuera tonta, que siguiera estudiando, ¿un máster, un doctorado?” Cualquier opción era buena para ella. Por otro lado, existían los planes de la gente de mi alrededor, la mayoría buscando trabajos, en academias para las oposiciones, y yo…. Otra vez perdida en las múltiples opciones.

 

¿Qué quería? Era un momento de transición, de hecho, todavía estoy en esta, porque todavía me considero en crisis. Descarté las oposiciones porque no quiero ser maestra, quiero ser psicopedagoga, y no me veo en un sitio fijo toda mi vida, ¡qué locura!, desde los 24 hasta los 65 en una clase… no, no es el plan que tengo. Me gusta la rutina, porque ella no encierra sobresaltos, pero no me gusta sentirme atrapada, y creo que es como me sentiría si eligiera esa opción. Así pues me quedaban otras opciones: ¿trabajar o estudiar? Siempre el dilema quedaba reducido a eso.

 

Por lo tanto, me puse a buscar trabajo por internet, mientras decidí que seguiría estudiando, porque en realidad, se me daba bien, sabía cómo hacerlo, no tenía que enfrentarme a nada nuevo, y continuaría con mi rutina de siempre.  ¿Trabajar? Puedo decir que ninguno era compatible con los cursos que escogí en el doctorado, que para los que me llamaban, o bien, me pagaban muy poco o bien, la jornada era partida y no me daba tiempo  a nada…todos tenían un “pero”, un inconveniente, algo que no encajaba con lo que buscaba. Pero ¿Quería que se ajustara a lo qué exigía? ¿Tengo miedo a trabajar? Me he pasado todos los veranos trabajando en campamentos como monitora, y trabajando los fines de semana. Pero el hecho de que estos fueran trabajos a corto plazo, me ayudaba de alguna forma.

 

No sé explicarlo bien, no he tenido ninguna experiencia traumática, siempre me he llevado bien con mis compañeros, he estado a gusto, pero tal vez el comenzar en algo nuevo es lo que hace que me retraiga. ¿Lo dejamos entonces a un miedo a los inicios? O más bien es ¿una cobardía por mi parte a la hora de afrontar crisis? Ante estos momentos podemos huir o enfrentarnos, y yo, normalmente elijo huir, así pues, ¿dónde queda mi identidad? Según vimos en clase habría como tres tipos: en suspenso, de caos, o nueva identidad. Yo más bien creo que estoy en suspenso. Es más, me pondría un suspenso si en superar crisis se tratará. Porque no me adapto a la nueva situación, sino que más bien me voy dejando llevar por ella, esperando que en algún momento salte una chispa, y diga “¡Ya está! ¡Lo  conseguí! ¡Vuelvo a ser yo!” pero llevo  tiempo esperando, y eso no salta. No soy la misma, mis valores y mis creencias están cambiando, mi perspectiva no es la misma, y mis prioridades tampoco.

 

Pero de alguna forma u otra, no me estoy adaptando a ellas, es como si estuviera separada en dos, mi mente va por un lado y mis acciones por otro. Al final, miles de cosas se quedan en propósitos que no llegan a hacerse realidad. Pero ¿por qué no lo consigo? Es frustrante y a la vez, siento esperanza.  Porque no puedo volver, y eso, significa que debo avanzar. Lo malo es saber el ¿Cómo?

 

Si remito a las preguntas que lance en un principio ¿Quién soy? ¿Cuál es mi identidad? Debo contestarlas diciendo que todavía no lo sé, sé como me llamo, ciertas cosas que me hacen diferentes, algunos aspectos que se encuentran en la cuerda floja, pero que siguen encerrados en un interrogante, porque en estos momentos, en la actualidad, estoy en proceso, estoy transitando. Si utilizamos la metáfora de Kegan del puente, podemos decir que sé donde esta uno de los extremos, el que hace referencia al lugar de partida, pero no tengo del todo claro a donde me quiero dirigir, por lo tanto, estoy construyendo poco a poco, para ver si de esta forma, me es más fácil detectar el otro lado, aun sabiendo, que lo que hago en estos momentos, tal vez lleve un camino equivocado que tenga que ir rectificando a lo largo del tiempo.

ME DECLARO OFICIALMEN EN CRISIS (I PARTE)

ME DECLARO OFICIALMEN EN CRISIS (I PARTE)

Me declaro en crisis oficialmente. Una sola hora me basto para plantearme todo mi mundo, para llenar una hoja entera de preguntas sin respuesta. ¿Quién soy? ¿Cuál es mi identidad? ¿Sé aquello que le da sentido a mi vida? Es curioso, porque para entrar en crisis, tal vez todas estas preguntas deberían estar contestadas o a medio contestar, para poder crear así, interrogantes, plantearme cambios, facilitar que surjan conflictos internos,… pero en el momento en que todo esto comenzó, me perdí.

 

Me perdí buscando significado a lo que hacía, razones por las que había tomado un camino y no otro. En un programa de la televisión, “Identity”, definen a las personas por sus logros, por cosas importantes que han hecho, por lo que son: el doblador de Tom Cruise, la mujer que ha cruzado el desierto del Sahara en moto, la campeona de domino… pero yo no tengo nada de esto, entonces me comencé a preguntar ¿destaco en algo? Dado que el tema del que hablábamos en clase estaba relacionado con el deporte, pensé en lo que había hecho en mi vida: gimnasia rítmica, natación, aerobic, bailes de salón….pero en ninguno me vi totalmente reflejada. Uno, no se me daba bien. El otro me gustaba pero lo dejé, salir en invierno de una piscina me daba como resultado un continuo constipado…está claro, me gusta hacer deporte porque siempre he estado en algo, pero no es algo que me identifique realmente, no puedo decir soy deportista, tal vez, la palabra más precisa sea inquita o indecisa, porque esto sería lo que me lleva a cambiar y cambiar, sin estabilizarme en nada. Soy una pieza de un puzle que busca encajar en algo.

 

Está bien, ya partimos de algo “indecisión”. ¿Me cuesta tomar decisiones? ¿Sé tomarlas? En este tema, creía que estaba segura, puedo dudar entre dos faldas, dos camisetas, dos libros que los venden como los mejores que se han escrito recientemente…, pero en las decisiones importantes, aquellas que afectan directamente a mi vida, y que las atribuyo una relevancia especial, puesto que deciden, en cierta forma mi futuro, me veía capacitada para hacerlo, para llegar siempre a buen término. Me creía una persona, que sabía buscar opciones, valorarlas, ver cuáles de ellas eran las más apropiadas y elegir correctamente. Pero todo lo que ocurrió ayer me hizo destruir mi castillo de cartas. Es verdad, eso era algo que me definía, otro aspecto de mi identidad, y se destruyo en tan sólo una hora. Porque no es verdad, no tomo decisiones, me dan miedo, huyo de ellas.

 

¿Por qué estudié educación infantil? Porque se daba en Alcalá, porque era de tres años y no veía que se alargara mucho en el tiempo, porque todo el mundo me decía que los niños se me daban muy bien, porque todo mi alrededor decía “¡qué bonito, la verdad es que es una profesión preciosa!”. Y sí, efectivamente es una profesión preciosa, y en los campamentos que he realizado como monitora de tiempo libre, siempre he estado con los más pequeños y se me da bien, pero en realidad ¿es lo que quería? Y la respuesta es NO, yo quería psicología, y ahora la persigo, daba gracias por cada asignatura que estaba más relacionada con ella. Pero estaba en Madrid, aquí cerca efectivamente, pero yo en aquella época lo veía lejano, me daba miedo, ¿ir en tren una hora o más para llegar hasta allí, y otra para volver?,  ¿sin conocer a nadie?, ¿no me perdería  por allí?, psicología, una palabra grande, una palabra a la que la tengo mucho respeto, ¿sería capaz de llevarla adelante?

 

Tal vez, el paso que me hizo decantarme por magisterio, era porque durante mi vida escolar, siempre había sido la alumna media, aquella que iba con sus notables por la vida, y comparada continuamente con un hermano que sacaba todo matrícula de honor o sobresalientes. Me acuerdo cuando mi madre iba a hablar con los profesores y éstos le decían: “muy bien, es una de las mejores de la clase, trabaja mucho y se esfuerza…. Y por cierto, ¿qué tal va su hermano?, porque ese sí que era un hacha”.

 

Así pues, aunque las palabras de los/as maestros/as siempre eran buenas hacía mí, continuamente había algo que estaba mejor, por eso, yo no me comparaba con el resto de los de mi clase, ni pensaba en que mis propios resultados pudieran haber mejorado, porque siempre existía esa comparativa, ese escalón al que había que llegar y nunca lo alcanzaba. A lo largo de mi vida mis padres siempre han intentado que no se notara, es decir, ellos explícitamente no me decían “mira a tu hermano” ni nada por el estilo, pero el mundo alrededor si me lo mostraba, es decir, mis abuelos, los profesores, los amigos de mis padres,…, esto me repercutió en que nunca estuviera  conforme con los resultados que obtenía, que siempre me estuviera exigiendo algo más, no veía el aprendizaje como un desarrollo propio, como algo beneficioso.

 

Era simplemente una carrera, en la que tenía que correr más, prepararme, entrenar para ganarla, pero llego un punto, donde la carrera dejo de tener sentido, tire la toalla sin más. Comprendí que no era mi hermano, que no era con él con el que iba aquella competición, porque él miraba su meta, buscaba su camino, y se dirigía a ella con sus propias armas. Y yo en cambio, iba detrás suya, intentando ser alguien que no era, buscando que a mí me identificaran asimismo, como aquella estudiante notable de sobresalientes y matrículas de honor. Entonces llegó el momento donde los resultados bajaron, yo misma me impuse la idea de que no iba a llegar y por ello no me tenía que frustrar. Y todo este proceso dio como resultado el que no me viera capaz de hacer algo grande, algo como psicología, y que me conformara  con un punto intermedio, una diplomatura por ejemplo. Que era un título universitario pero que no me exigía tanto tiempo ni esfuerzo.

 

Llegados a este punto ¿tenía ya una identidad? ¿Sabía cuál era? ¿Era consciente de aquello que le daba sentido a mi vida? Comencé la carrera, sinceramente, esos tres años me los pase bastante bien, aunque del grupo de seis personas que nos hicimos nunca terminé de encontrar mi sitio, porque lo recuerdo con mucha conflictividad, no éramos un grupo cualquiera, éramos seis personas en continuo cambio, no había papeles asignados, las relaciones no quedaban claras, y todo esto me llevo a adaptarme, a cambiar durante todo el proceso, a no terminar de ser yo misma (si tenemos en cuenta que tampoco tenía claro quién era) estaba pululando en un mar lleno de vaivenes, de aquí a allá. Lo único que me identificaba, eran mis logros académicos, es decir, hacia buenos trabajos, sacaba buenas notas (notables la mayoría y algún sobresaliente, en mi línea) y esto hizo que algunas personas se unieran a mí para hacer trabajos, en los cuales me tocaba a mí realizar la mayor parte.  Pero dado el grupo que teníamos, no solía protestar porque decir algo significaba muchas veces crear problemas y los problemas creaban que te dejaran de lado. Así que seguí con mi mentalidad de “si quieres que algo salga bien hazlo tu mismo” y si por casualidad sale mal,  podrás defenderlo, y saber en qué tienes que mejorar. De esta forma llegamos a otra cosa que me podría definir, responsabilidad. Me gusta tener responsabilidad, realizar las cosas lo mejor que puedo y ser consecuente con ellas. Y si en lo que he hecho he errado, me gusta saber qué consecuencias tiene y buscar caminos para saber cómo lo puedo solucionar.

 

Paso el tiempo, y terminé la carrera, y ¿ahora? ¿Trabajo o sigo estudiando? ¿Estoy capacitada para trabajar? ¿Quiero ser profesora de infantil?  Y aquí una nueva crisis, así pues, volver a decidir cuál era el camino que mas me convenía, por donde tenía que avanzar…todo negro, no veía apenas nada. Pero recordé que  una opción era estudiar otra cosa, y como con 21 años no me veía trabajando todavía en algo para el resto de mi vida, decidí que era un camino muy a tener en cuenta. Y de esta forma, busque algo parecido a la psicología, que dieran cerca, y encontré psicopedagogía, que estaba relacionado con lo que había estudiado, que eran solo dos años, y pensé que era lo que tenía que hacer. Así pues, cogí mi carpeta y me plante aquí, en un mar de dudas.

 

El primer cuatrimestre, ¿me causo crisis? Más bien, más que crisis me descubrió algo nuevo, algo que rompía mi forma de ver la enseñanza y el aprendizaje.  Un cambio total de paradigma. No me tenía que comparar, no tenía que tener yo toda la responsabilidad, es cierto que era responsable, pero siempre en la medida en la que los demás también lo eran. Pero ¿por qué entonces esto no me produjo angustia? Si rompía con mis esquemas ¿por qué no se creó un conflicto interno? Tal vez, ¿por qué no buscaba que me dijeran lo que estaba bien y que estaba mal, no estaba en mi fase dualista? ¿Me gustaba estar perdida? ¿Me encontraba cómoda sacando mis conclusiones, mis ideas, descubriendo yo misma algo nuevo? ¿En qué fase me encontraba? Son muchas preguntas, que ahora mismo, echando la vista atrás tendría que ponerme a recordar varias cosas o puntos. Aunque sí que recuerdo que todavía me costaba soltar esa responsabilidad que a través de los años me había construido. Yo aprendía de los demás, pero no con los demás. Cogía información aquí y allá, pero no terminaba de creer que era su opinión y la mía era distinta y, por lo tanto, el único punto de unión eran cesiones que podíamos hacer el uno u el otro, pero nunca, que pudiéramos crear algo nuevo.

 

¿Cuándo comenzó a cambiar? No creo que se pueda decir un punto exacto en el que dije “lo conseguimos” pero si se, que progresivamente lo fuimos alcanzando. Ahora bien, ¿Cómo afecto esto a mi identidad? Yo ya no era la niña media que tenía un hermano que alcanzar, ni la estudiante que se rendía, ni la que hacia todos los trabajos y destacaba por ello. Porque ahora era una más, que se movía en las dudas, que se reía en la cafetería haciendo trabajos, o que se perdía en clases cuando la lanzaban un montón de preguntas. Tal vez, destacaba en un inicio por escribir, pero creo que fue solo porque comencé a escribir antes, ya que, a lo largo del tiempo, leyendo a mis compañeros veía millones de ideas, de preguntas, de interrogantes que no me hacían destacar. Pero entonces, ¿era igual que los demás? ¿Qué identidad es esa que me hace ser igual al resto? En realidad, no es ninguna, porque si soy igual no hay nada que me identifique, así que ¿seguimos buscando?

 

Releyendo todo lo que he escrito, me surge una nueva duda, ¿construyo mi identidad a partir de lo que los demás piensan de mí? ¿No debería ser capaz de saber esto sin buscar comparaciones? ¿Es en las comparaciones donde vemos nuestros puntos fuertes y nos descubrimos a nosotros mismos? ¿Puedes saber que eres bueno en algo sin tener alguna referencia? ¿Puedes gestionar una crisis ajena sin saber tu mismo desde donde partes y donde te identificas? ¿La identidad es lo mismo que el papel que tienes en un contexto? ¿Entonces sí que existe una comparación? Si la identidad no es fija, y la vamos reconstruyendo ¿debería saber en estos momentos cual es mi identidad? Ya que si estoy en crisis todo lo que se ha desencajado tiene que volver a colocarse, por lo tanto, solo podríamos encontrar dudas, e ideas que no se terminan de forjar.