¿ALUMNOS CON PROBLEMAS EMOCIONALES Y DE CONDUCTA? I PARTE
Normalmente, cada vez que se habla de alumnos con problemas emocionales y de conducta se comienza a describir todas las consecuencias que traen dentro de la educación, los inconvenientes que se plantean para los profesores y los dañinos que pueden ser para otros alumnos, o como dice Marchesi (2004) : “ Los alumnos que tienen un comportamiento disruptivo no sólo no aprenden ellos, sino que no dejan aprender a los demás y convierten la hora de clase en una lucha continua que pone a prueba la preparación y el equilibrio personal del profesor”. Pero ¿Qué pasa con esos alumnos? ¿Por qué se comportan así? ¿Reciben una educación adecuada a sus características? ¿Su estilo de aprendizaje es igual a los demás? ¿Todos los alumnos necesitan y aprenden de la misma forma? ¿La causa de estos problemas es más un problema en el estilo de enseñanza? ¿Conectan los conceptos con los centros de interés de los alumnos? Estas preguntas que me planteo podrían extenderse a todo el alumnado, puesto que considero que cada alumno es diferente y tiene unas necesidades propias, pero si además, el entorno social y familiar donde vive, la trayectoria escolar, su propia autoestima y autoconcepto, el nivel de desarrollo, el nivel intelectual donde se encuentre, no ayudan a que ese alumno pueda autodirigir su aprendizaje, y pueda descubrir esa motivación interna, que le impulse a querer aprender, puede parecer lógico que pensemos que esta oposición, el negarse a todo lo que se dicte desde la escuela, a saltarse las normas…etc. pueda surgir ante algo que no se está produciendo como se desea.
Igualmente me ha llamado la atención de que sea en la adolescencia donde ocurran más estos problemas emocionales y de conducta, y que se diga que “el gusto por el riesgo es una forma de autoafirmación a los valores conservadores de prudencia y mesura. Estos comportamientos arriesgados se producen tanto para demostrar el valor personal como para conseguir el reconocimiento del grupo de los iguales” (Marchesi, 2004). Y me ha resultado interesante que se utilice esta idea para de alguna forma, llegar a la conclusión de que estos actos en su forma más extrema pueden llevar a la violencia contra los profesores, los compañeros o las normas de convivencia. Y destaco en negrita las palabras de “el gusto por el riesgo”, porque en realidad ¿a estos alumnos podemos decir que les atrae este riesgo? ¿Qué de verdad disfrutan? O son más bien, ¿impuestos por unas creencias o una presión grupal? Parece que en la sociedad donde vivimos, en la que todos los días podemos ver violencia en la tele, ¿está bien el ser pacífico? Con esto no hago apología de la violencia, ni creo que porque la veamos continuamente, sea una forma adecuada de arreglar los problemas, pero sí que encuentro, que para saber autocontrolarnos debemos tener una base, alcanzar una etapa del desarrollo moral donde podamos ver más allá, es decir, si echamos un vistazo a las etapas que propone Lawrence Kohlberg, podemos ver como cada una hace que seamos un poco más conscientes de que existen otras personas a nuestro alrededor, con sus intereses, gustos, valores, etc. En cambio, un porcentaje de este alumnado se queda estancado en una cierta etapa que hace que no vea más allá, que considere que sus intereses son los acertados y que pueden o no coincidir con otros, así pues todo es relativo, no hay un bien ni un mal, y por ello no hay normas. Y es que, este desarrollo hay que aprenderlo, y muchas veces creo que al etiquetar al alumno, y hacerle responsable del mal funcionamiento de la clase, del malestar de los profesores, se tiende a apartarle a un lado, a tenerlo como a un cero a la izquierda, no dejando de esta forma, que pueda aprender y desarrollarse adecuadamente. Así pues, podría decir que estoy de acuerdo con Marchesi en que la denominación de problemas de comportamiento debe poner el énfasis en el propio alumno y no tanto en la sociedad, puesto que si el individuo sabe y es consciente de donde se encuentra podrá establecer una guía de actuación independientemente de la violencia que haya en la sociedad, aunque sí que creo que si esto no existe, si no podemos establecer juicios de valor teniendo en cuenta los derechos universales entonces estaremos perdidos y entraremos a formar parte de esta vorágine de violencia donde nos situamos actualmente.
He escuchado muchas veces en los medios de comunicación que el agresor es aquel que tiene una gran carencia de habilidades sociales, y sobre todo que no es capaz de empatizar con las víctimas de ese maltrato en el que acaba muchas veces sus acciones, pero ¿a caso empatizamos nosotros los docentes con el alumno? ¿Somos conscientes de sus problemas? ¿De su problemática familiar si es que existe? ¿Hemos intentado acercarnos a él sin tener determinados prejuicios? ¿Y qué pasa con el alumno que tiene problemas emocionales, que no se caracteriza tanto por su comportamiento disruptivo, somos capaces de verle en clase? Con esto de “verle” quiero decir si los docentes hacen algo para “salvarle” o si simplemente como no molesta le dejan estar, sin prestarle apoyo a no ser que tenga un rendimiento bajo y eso les llame la atención, sobre todo, me refiero más a la educación secundaria dónde parece que los lazos entre profesores y alumnos se comienzan a romper, y no son tan estrechos como pueden ser en infantil o primaria. Así pues, ¿Qué podemos hacer? ¿Hay suficientes recursos para dar respuestas a todas estas necesidades que se plantean? ¿Un profesor puede estar pendiente de sus 25 alumnos? ¿Puede atender a cada una de sus necesidades? ¿Puede prever todas estas circunstancias? No me extraña que se hable de desasosiego por parte de los docentes, porque en realidad su trabajo es mucho de observación y, en una clase con tantas personas se debe estar atento a múltiples factores que se dan en el aula y fuera de ella.
Estos factores que se encuentran interrelacionados pertenecen a diferentes ámbitos: sociales, educativos, del propio desarrollo del niño…, así que una vez más, estoy de acuerdo con el modelo que subraya Marchesi en el que dice que debe ser de niveles múltiples, en los que se incluyen: sociedad, familia, sistema educativo, escuela, aula y alumno. Y me parece vital este modelo, porque las personas no vivimos encerradas en una escuela ni solamente formamos parte de un aula, sino que somos, como decía Aristóteles seres sociales, y ello implica que tenemos diversos campos de acción, que nos movemos en diferentes escenarios y que adquirimos roles distintos actuando de una forma u otra dependiendo, muchas veces de con quién estemos, y todo ello partiendo de una individualidad que seriamos nosotros mismos. Por lo tanto, si queremos abordar la dificultad que se plantea de “los problemas emocionales y de conducta” tendremos que tener en cuenta cómo se desarrolla esa persona desde todos los ámbitos o niveles. No podemos fragmentar la conducta de una persona, ni generalizar su acción si no la hemos visto en diferentes contextos.
Otra de las ideas que me ha llamado la atención y que me parece vital dentro del texto de Marchesi es la de: “es posible apuntar de forma provisional cuatro dimensiones que ayudan a comprender qué sucede en el mundo de los alumnos en cada escuela: la participación de los alumnos, su identificación con los objetivos educativos y la institución escolar, las normas internas establecidas y la estructura de las relaciones sociales”, porque creo que si no te sientes a gusto con los objetivos, si no has tenido nada que ver con las normas que se te imponen, es solamente eso, un deber que tienes que cumplir, algo lejano que viene desde arriba y en lo que tú no has tenido ninguna participación y, por lo tanto, no será nada tuyo y no te sentirás implicado, porque no será algo pactado. En cambio, si se puede participar, si sientes que has tenido algo que ver, se creará un lazo, un compromiso. Que se podrá saltar, pero al hacerlo, serás consciente de que te estás fallando a ti mismo. De la otra manera no fallas a nadie, no ha existido una confianza, simplemente te estarás saltando una norma establecida, un semáforo en rojo. Pretendemos que los alumnos sean autónomos pero, en realidad, solo queremos que sigan una serie de normas, porque cuando se trata de consensuar algo importante en la cultura escolar les dejamos a un lado.
5 comentarios
ana gil chavez -
Ruth Margarita Ramos Solís -
Sin embargo en el contexto educativo suceden situaciones muy reales especialmente lo que expresas de que el docente se desvincula del alumno en secundaria.
Creo que lo importante seria no tanto el describir lo que todos sabemos que sucede sino las alternativas a la solución de estas dificultades.
La práctica nos muestra que en ocasiones si es posible ayudar y el otras a pesar de los esfuerzos no lo logramos asi que considero primordial el intercambio de experiencias.
Lara -
http://laraalcantaragonzalez.blogia.com/2009/021501-las-experiencias-con-los-iguales.php
Ciao!!!
Lara -
La verdad es que lo relacione más con el fracaso escolar y con temas de didáctica, aunque sin duda hubiera sido muy interesante mirarlo desde una perspectiva más evolutiva, aunque como era el primer bloque me encontraba un poco aterrizando.
Si lees otros post que he colgado hoy podrás notar más la diferencia y en los que he utilizado los textos que nos diste, que por cierto, ando revolviendo el armario sacando todas las asignaturas de la carrera...
PD: (Los otros post son muy largos pero bueno tal vez tengas tiempo de leer alguno, jajaja)
Alejandro -
No he podido evitar leer todo esto. Como ves si aplicas todo lo que aprendiste en Infancia y Adolescencia, integrado con DA (principalmente) tendrías mucho avanzado.
No es un problema de adquirir habilidades (ni para los adolescentes, ni para los profesores). Cuando estas cosas se descontextualizan de la situación evolutiva de esos alumnos, pues empiezan a surgir problemas de fondo.
En fin... podría decir tantas cosas... pero cómo no conozco el contexto de este escrito, lo dejo ahí.
No obstante, aunque muy centrado en texto de Marchesi, lo has elaborado bien. ¿Es aquí dónde aplicaste las referencias que me pediste?
Un saludo
Alejandro