EDRA
Aquel día me levanté sin saber nada de mí, de quién era, de mi pasado. Me encontraba sola entre una espeso bosque, con una gran luna llena en lo alto que me alumbraba y me hacía entrever lo tétrico de aquel escenario. Me puse en pie y comencé a caminar. No tenía rumbo, no tenía ni idea de donde estaba y a donde me dirigía, pero sabía que no podía quedarme tumbada en aquel manto de hojas durante mucho tiempo.
Poco a poco fue amaneciendo y encontré un arrollo, me dispuse a lavarme la cara y a intentar refrescarme. Cuando me acerqué vi mi cara reflejada en sus aguas, pero no sabía muy bien a quien correspondía. Tenía los cabellos de un color negro azulado bastante oscuro, y los ojos de un azul muy claro, y la cara llena de tierra. Tenía pequeñas heridas a lo largo de mi brazo e intente lavármelas lo mejor que pude. Una vez que hice todo esto, intente buscar algo de desayuno, puesto que comenzaba a sentir cierta fragilidad y mucha hambre.
En mi camino solamente encontré algún que otro árbol que daba una especie de frutos bastante raros con un sabor muy amargo, sin embargo cuando la necesidad aprieta…, cualquier cosa es bien recibida. De esta forma, llegue a un pequeño pueblo, de casas de madera y suelo de piedra. Decidí entonces, comprar algo para poder alimentarme, algo de ropa, algunas gasas para cubrirme las heridas e impedir que se me infectarán, etc. pero no tenía dinero y parecía que nadie estaba por la labor de hacer un poco de caridad. Así pues, tome la decisión de robar todo lo que necesitaba en una pequeña tienda que se encontraba cerca de la plaza mayor del pueblo.
El tendero era un señor bastante corpulento, con un largo bigote y con cara de muy pocos amigos, pero se le notaba bastante estúpido y no creí que me fuera a pillar extrayendo algunos de sus productos. Lentamente, fui cogiendo todo lo que necesitaba sin que se diera cuenta, me sorprendí por mi gran agilidad y por mi rapidez y soltura a la hora de guardar todo lo que necesitaba en una pequeña bandolera que llevaba a mi lado derecho.
Para disimular un poco, le hice alguna pregunta sobre algunas cosas de las que me había cerciorado previamente que no tenía. Así pues, puse una expresión en mi cara de “¡Oh!, que pena…con lo mucho que lo necesitaba…” y despidiéndome de él, me largué de allí de forma tranquila, sin crear la menor sospecha del primer delito que había cometido desde que tenía memoria.
Caminando por el pueblo, les pregunté a las gentes que deambulaban de un lado a otro, si conocían algún pueblo cercano, si me habían visto alguna vez, o si echaban a alguien de menos en el lugar, que pudiera coincidir conmigo. Sin embargo, a nadie le parecía importar mucho una muchacha perdida, y nadie me reconocía. Me sentía como un fantasma, una persona que ha dejado de existir y que suplica a los demás que le den una identidad, porque en aquellos momentos me daba igual ser una panadera, una lavandera o incluso una prostituta, porque si fuera algo de esto sabría quien soy y podría cambiar las cosas, pero de esta forma, no existía para nadie.
Invisible ¿Cuántas veces hemos deseado ser invisibles en alguna ocasión para que nadie se enterara de lo que hacíamos? Ahora yo tenía este don, esta ventaja, aunque denegaba de ella y rezaba porque algún día alguien me dijera: “¡Ey, espera! Te conozco eres la hija de la señora María, ¿qué tal te va?”. Pero por el contrario esto nunca sucedía, las únicas noticias que pude obtener relacionadas con mi pasado es que debía de proceder de Kanon, la capital de Moth, porque allí es donde solían nacer todos los de mi raza. Yo era de etnia gitana y eso parecía que a la gente le repudiaba, así que me trataban con desprecio y jugaban conmigo al juego del escondite, según iba andando sentía como los demás se apartaban, estaban muy ocupados para poder atender a mis preguntas, justo en ese momento cerraban sus puestos, etc.
¿Creían que me iban a insultar con su exclusión? ¿Qué me iba a sentir mal ante estas reacciones? Pues la verdad, es que sí. Me hervía la sangre cada vez que recibía un insulto, una mirada de desdén. Yo sólo intentaba acercarme a la gente para pedir ayuda, y ellos me la denegaban de la forma más cruel que existía.
Finalmente tome una decisión, si no me daban la información que pedía educadamente recibirían mi gran aportación para ayudarles y que no me vieran más, puesto que les mataría. Total, ya me daba igual todo. Era, como he dicho anteriormente, invisible.
Todavía recuerdo mi primer asesinato, era una vieja muy estirada, a la que parecía que el llevar la ropa limpia y un gran moño encima de la cabeza era su gran preocupación. ¿Hablar conmigo? “Por favor, yo no me rebajaría a hablar con alguien como tú en la vida, pequeña desgraciada” me había contestado ante mi petición de si me podía ayudar. En realidad, creo que esa mujer se merecía ser más invisible que yo.
A lo largo de los años, descubrí algunos datos, como que mi familia eran nómadas y que posiblemente ya no vivieran cerca de aquel bosque donde un día desperté, o que tenía tres hermanos y dos hermanas, un bonito perro y vivíamos en pequeñas tiendas que íbamos construyendo. Aunque todos los datos, carecían de cierta fiabilidad, puesto que muchas cosas que me contaban los aldeanos y las aldeanas, eran porque estaban bajo amenaza de muerte y tenían que decir algo sino querían que acabará con su vida en esos instantes.
Una leyenda muy curiosa que descubrí, es que cerca de aquellos lugares, existía una ciudad muy antigua llamada Graven, y todos los que habían llegado hasta ella y conseguido escapar no recordaban nunca el lugar donde se encontraban… ¿Y si yo hubiera estado allí? ¿Y si mi memoria, por un error, hubiera borrado más de la cuenta?
Todavía tengo mucho que descubrir, aunque por ahora, la vida que estoy creando es de una asesina gitana, a la que la gente desprecia, porque piensa que mi única meta es robarles todo lo que poseen, y la verdad, es que llegados a este punto, no es una idea tan descabellada.
2 comentarios
Cain -
Paper -
Pd: Looking you ¬¬