MALTRATO POR ABUSO DE PODER
DEL MALTRATO Y OTROS CONCEPTOS RELACIONADOS CON LA AGRESIÓN ENTRE ESCOLARES, Y SU ESTUDIO PSICOLÓGICO.
Al leer este texto, me ha recordado mucho a la exposición que se hizo el día anterior sobre algunos de los conceptos que se relacionan, más estrechamente, con el tema que tratamos, por ejemplo: la diferencia que existe entre conceptos que se relacionan con el maltrato y la agresión, cómo se percibe el abuso de poder como relación, y los métodos o las tendencias de las investigaciones que se llevan a cabo actualmente.
El objetivo del artículo es el de caracterizar el concepto “maltrato por abuso de poder”, en términos de lo que significa y en las características que trae consigo, además de especificar a qué conductas se le identifica como tal. Por otro lado, busca las semejanzas y diferencias con otros conceptos que también se utilizan en la actualidad, y por último, sitúa el concepto de maltrato como campo de estudio en el marco más amplio del desarrollo de relaciones interpersonales.
Así pues, si atendemos al primer apartado, pienso que es importante realizar bien la diferencia de que es el maltrato por abuso de poder, puesto que si no, caeremos en el fallo de estar categorizando acciones o hechos dentro de grandes sacos que no se refieren a lo mismo, creando de una forma u otra una gran alarma social, que en algunos casos, no se corresponde a la realidad en la que vivimos. Por eso, considero primordial, por un lado, encontrar esas etiquetas que nos ayuden a hablar de un concepto concreto y bien determinado, y por otro, el establecerlas de una forma rigurosa, partiendo de los mismos sujetos que las utilizan. Este proceso me parece clave a la hora de querer investigar, puesto que tanto el investigador como la muestra, deben atender a los mismos aspectos y hablar, por así decirlo, “en el mismo idioma”.
A raíz de esto me parece muy aclarador el diagrama que se muestra en la figura número uno “Diagrama que muestra las relaciones entre conceptos de agresión, violencia, maltrato y conductas antisociales (adaptado de Olweus, 1999)”, ya que, en mi opinión, explica de una forma clara los diferentes niveles, y la relación que se establece entre ellos.
Asimismo, Si comparo las definiciones que se utilizan en la lectura, con la hojita que rellenamos el primer día sobre nuestras ideas previas, los resultados son bastantes parecidos, aunque, tal vez, en la que haya algo más de diferencia es en la definición de “violencia” puesto que, en el primer día de clase no sabía muy bien en qué lugar encuadrarla. Suponía que era algo más social, algo mayor a la agresión, pero no encontraba una definición clara. Por ello, la que propone Funes (1995): “Actos, actuaciones, destructores de una realidad propia o ajena. Entendiendo que en la violencia entra el hacer, pero también el decir, el mirar o el desear; que la realidad que se destruye no es siempre física y material, sino que también se destruyen los afectos, las conciencias, la convivencia”; pienso que es una muy buena definición, puesto que expone “algo más”, un campo que va más allá de lo que puede ser físico, a un carácter emocional y algo más intangible, como pueden ser las relaciones que establecemos con las personas que se encuentran a nuestro alrededor.
En relación con esto, también me ha parecido sumamente interesante la pregunta de “¿Cuál es la relación entre violencia y agresión?” y las tres respuestas que se ofrecen:
- Para algunos son distintos porque la violencia, al centrarse más en los resultados de la destrucción, no es necesariamente intencional.
- La violencia aplicada a las relaciones aparece como sinónima de conducta antisocial.
- La violencia es un subtipo de agresión, cualitativamente peor que otros al agregar la vehemencia; y en este sentido algunas manifestaciones del maltrato por abuso de poder serían violentas.
Puesto que, partiendo de estas tres respuestas, lo que he dicho anteriormente de que yo pensaba que la violencia era algo más que una gran agresión, de repente he encontrado que algunos la ven como un subtipo de ésta, es decir, totalmente lo contrario a lo que yo consideraba. Y si nos fijamos también en el diagrama de Olwes, vemos como la violencia la sitúa dentro de la agresión. Así pues, ha sido un punto que me ha llamado mucho la atención y me ha hecho pensar en cómo pueden influir los términos dentro de nuestras concepciones, y estas a su vez, llevan, a lo que señalaba en un principio, a “hablar en diferentes idiomas”, o como dice I. Fernández (1998) “es necesario que utilicemos términos concretos que describan tipos de hechos violentos y/o conflictivos. No es lo mismo hablar de disrupción que de violencia entre alumnos, no es lo mismo hablar de intrusión de personas ajenas que de absentismo escolar. Sus tratamientos y repercusiones en el centro educativo son distintos y por ello distinta su valoración”.
Relacionado con el término de violencia y cómo ésta entra en la escuela, me gustaría señalar ciertos factores de riesgo que estarían muy relacionadas con estos actos dentro del colegio y que muestra Isabel Fernández, y serían los siguientes:
- Factores exógenos: familia, contexto social y medios de comunicación.
- Factores endógenos: características personales víctima/ agresor, clima del centro y relaciones interpersonales.
He querido hacer una reseña a estos factores que intervienen porque creo que van a determinar muchas veces el grado de violencia que pueda darse, el tipo de resolución que se puede llevar a cabo, y contextualizar estas conductas para poder comprenderlas más profundamente y realizar una intervención más positiva.
Si seguimos analizando el texto, nos encontramos con otros tres conceptos: disrupción (“acción de interrumpir una actividad en marcha, aun cuando en el contexto escolar ha acabado asociado a lo que ocurre en el aula y se experimenta como molesto por parte al menos del profesor”(Debarbieux y Blaya, 2001)), desafecto (“ se trata más bien de una actitud, o tipo de desmotivación, que va aparejada a conductas que muestran un desinterés en la escuela” (Hayden y Blaya, 2001)) y disciplina (“autorregulación que presidiera las relaciones de todos los miembros de la escuela a partir de normas creadas con la participación de todos y basadas en criterios éticos” (Watkins y Wagner, 1987)).
A partir de aquí, se me ocurren algunas preguntas, como por ejemplo: ¿Cuáles son las causas de esas acciones disruptivas, de los desafectos o de la disciplina? ¿Tendemos a focalizarlas sobre el alumno? ¿Prestamos atención al contexto donde tienen lugar? ¿Qué relación tienen estas actuaciones con los alumnos con problemas emocionales y de conducta? ¿Se ve su comportamiento como una muestra de que necesitan apoyo escolar? ¿O se perciben como algo que hay que erradicar descargando castigos y conductas punitivas? ¿Qué relación se mantiene con los alumnos que muestran faltas de disciplina, o conductas disruptivas en el aula? ¿Nos quedamos en el acto en sí o intentamos ir más allá del por qué de ese comportamiento o actitud?
En muchas ocasiones estas faltas de disciplina se reflejan en una actuación sistemática por parte del profesorado, que sería la siguiente: Incidente- tutor- Jefe de estudios- Director- Consejo escolar- Sanción. Pero como refleja I. Fernández (1998), esta aplicación queda a menudo en un vacio, puesto que:
- Rara vez tiene un matiz recuperador.
- Se observa el incidente de forma puntual relegando el contexto en el que ocurrió dentro del currículo oculto.
- Se tratan exclusivamente los síntomas de un problema
- El problema profundo que motivo dicha conducta queda sumergido en la oscuridad.
Así pues, en mi opinión, y apoyándome en lo anterior, es más importante ir más allá y dejar a veces el proceso o la cadena “burocrática” para poder identificar el problema, las relaciones que se crean, el por qué, e intentar observar si muchas veces esas conductas no están motivadas por algún tipo de maltrato, ya que, en ocasiones, y yo por ejemplo, en mi caso lo he visto, muchas veces se castiga a la víctima, repercutiendo gravemente en su autoestima, su relación con los demás o su autoconcepto.
Aunque en este punto, creo que todavía sigue existiendo un problema, y es de acuñar o identificar ciertos comportamientos al desarrollo madurativo, a cosas de críos, a “siempre ha existido”, y ejemplos que dejan entrever un carácter normalizador. En cambio, la guerra siempre ha estado ahí, gente que pasa hambre, gente que pide por las calles porque no tienen donde estar, personas que se encuentran en la cárcel, etc. situaciones que coexisten en el mundo, que se han mantenido a lo largo de los años, y que en cambio todos sabemos que no están bien, que no es el ejemplo de una sociedad ideal. Entonces… ¿Por qué esta creencia? ¿Esta permisividad hacía el abuso de poder sobre todo en la etapa escolar? ¿Acaso todos hemos pasado por esa época y hemos vivido situaciones similares y por eso no nos llaman la atención? ¿Creemos que esos actos no nos hacen daño? ¿Qué te ayudan a madurar como dice mucha gente? ¿Podemos discernir el sufrimiento que pasa una persona adulta al ser maltratada y no la de un adolescente al que le dan de lado en la clase? ¿Qué baremo se utiliza para una situación y para otra?
Tal vez, todo esto, esté relacionado con lo que entendemos que es maltrato y como dice Rosch y Mervis (1975) “hay unos ejemplos mejores de la categoría, es decir centrales a ella en el sentido de ser los primeros ejemplos que uno se le ocurre cuando piensa en maltrato mientras que otros pueden considerarse periféricos a ella”, así pues, a no ser que veamos a un grupo de alumnos pegando a otros, a lo mejor, no identificamos nada raro, y el que un niño se encuentre sólo en clase, o que cada vez que hable todos los demás se rían, lo consideramos “normal” de la edad, ignorando todo lo que puede estar rodeando a esa actuación por parte del grupo de iguales hacía la persona en concreto.
Por otro lado, si atendemos más a las tendencias recientes en el estudio del maltrato entre iguales, vemos como en el texto las sitúan, entre varios campos psicológicos: Social, cognitivo, educativo y evolutivo. Y es que ya en mí anterior reflexión, al pensar en aquello que podía intervenir en cómo percibíamos la influencia de los iguales, me costó mucho diferenciar estos aspectos, puesto que todos están inter-relacionados, y me cuesta pensar que se puedan fragmentar en espacios cerrados sin que interactúen con el resto, ya que todos aportan diferentes aspectos a cómo nos relacionamos entre nosotros, qué percepción tenemos y cómo se mantienen esas relaciones.
Por eso, me ha gustado tanto la idea de “Más allá del individuo” y la idea de Bartlett (1932) de “la tendencia a analizar conductas o acontecimientos de grupo a partir de los factores del individuo que los protagoniza, o de factores externos al grupo no ayuda a entender esos acontecimientos”. También podríamos enlazar esta idea con la idea de necesidades educativas especiales, pero no cómo una necesidad de el niño que tiene un defecto, sino como una necesidad de apoyo educativo. Estas dos ideas, creo que se pueden unir, porque en mi opinión, todos los alumnos tienen alguna necesidad educativa, todos requieren un tratamiento individualizado, todos deberían tener un tipo de trato diferente para responder a sus características, y a lo mejor, en la escuela nos centramos mucho en aquellas que están más encaminadas con que se aprendan todos los contenidos que aparecen en el currículum, y nos olvidamos de las necesidades sociales que presentan, y de la educación emocional, que muchas veces, dejamos a un lado por falta de tiempo.
Y es que no son solamente importantes aquellos conocimientos que se supone que se han de impartir, sino también el clima del aula, el clima de convivencia que se respira en el centro, “la filosofía de convivencia basada en la dinámica del conflicto, donde las relaciones interpersonales y la organización escolar juegan un papel esencial” (Elena Martín, 1998).
Otra idea que extraigo del texto que comparto totalmente es: “el uso abusivo de técnicas sociométricas que utilizan al grupo como instrumento de detección, apunta a las personas y convierte un constructo grupal externo como es la popularidad en un rasgo inherente al individuo, que así queda marcado”, me gusta esta frase, porque no creo que a la hora de intervenir sea importante saber quién es realmente la víctima del grupo y quien el agresor, puesto que considero que hay que realizar una intervención grupal, porque con lo que tratamos es con los individuos pero, principalmente buscamos romper esas relaciones de abuso de poder que se establecen, así pues, volviendo a la idea de “más allá del individuo” habrá que descartar esas ideas de etiquetas, y educar centrándonos en las relaciones.
Es decir, me viene a la mente una canción de hip hop que habla sobre un hombre que maltrata a su mujer, ésta a la vez lo hace con el hijo, y este acaba peleándose y riéndose de un niño del colegio. Como vemos, es una cadena, donde la víctima se vuelve el agresor, y cambia de rol constantemente. Así pues, habrá que buscar que sean conscientes, que descubran otras formas de actuar, y que no piensen que la violencia es la forma adecuada de resolver los conflictos. Es decir, educar para remediar las ideas que expone I. Fernández de: “el agresor goza de mayor popularidad entre sus compañeros aunque con sentimientos ambivalentes: a muchos les impone respeto o miedo. Al salirse con la suya interpreta que puede ejercer el abuso de poder a través de la agresión. […] al no sentir empatía hacia los sentimientos de los demás interpreta que sus actos están justificados por la provocación de los otros. La falta de culpa le impide restituir o reconocer sus actos”.
En definitiva educar en habilidades sociales. En que el respeto hacia nosotros mismos, pero también hacia los demás, es lo más importante, y que no solo es evitar la agresividad, sino también el aislamiento hacía los demás, al fin y al cabo, hacer caso a la típica frase que escuchamos un millón de veces a lo largo de nuestra vida pero, que en la mayoría de las veces, no la prestamos atención: “No hagas a los demás, lo que no querrías que te hicieran a ti”.
Personalmente, de los tipos de investigación que podríamos utilizar, yo me encaminaría más por un tipo de investigación cualitativa, puesto que creo que las relaciones no son fáciles de cuantificar, y dado su carácter interdisciplinar pienso que estaríamos fragmentando y reduciendo mucho el fenómeno a estudiar. Así pues, creo que sería más positivo elegir un método de investigación acción o, como se dice en el texto, un análisis de la narrativa o el discurso, puesto que nos permitiría comprender mejor las razones, el intrincado que conlleva todas las relaciones interpersonales y podríamos hacer algo por cambiar y mejorar la situación que nos encontremos, además de no perder de vista al sujeto, que creo que en este tema los individuos y los lazos que construyen entre ellos son una de las claves a las que debemos atender.
BIBLIOGRAFÍA
v O´Brien, S.F. y Bierman, K.L (1988). Conceptions and perceived influence of peer groups: Interviews with preadolescents and adolescents. Child Development, 59, (1360- 1365)
v Isabel Fernández (1998). Prevención de la violencia y resolución de conflictos: el clima escolar como factor de calidad. Narcea (Madrid) (pág.7- 74)
v Juan Carlos Torrego (Coord). El plan de convivencia: fundamentos y recursos para su elaboración y desarrollo. Alianza editorial (Madrid) (Pág. 347- 396)
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