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EL RINCÓN DE MIS PENSAMIENTOS

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SIN ESCAPATORIA

SIN ESCAPATORIA ¡Socorro! ¡Socorro! Es como si nadie me oyera, ¿hola? No hay nadie. Estoy sola, y por mucha gente que pasa a mí alrededor nadie me ayuda, o tal vez, nadie me puede ayudar. Solo pido que alguien consiga desentrañar el gran misterio que me plantea un juego y que me ha dejado bloqueada toda una semana, ¿Qué tengo que hacer? ¿Por qué me he puesto a jugar a video juegos exactamente ahora? bueno, esta no es la cuestión me recuerdo a mí misma, intentando centrar toda mi atención en la pantalla. Debe haber alguna puerta, una ventana, algo más que este estúpido cajón que se abre y me muestra un papel con una clave, ¿Para qué es la clave? ¿Qué dice? ¿Cómo la descifro? Me la he apuntado en un papel, voy por la calle pensando en ella, buscando alguna solución que haga que pueda salir de esa sala para meterme en otra y enfrentarme a nuevos retos. Pero no hay nada, ni una pista más. Odio este juego y odio igualmente el no encontrar una salida a mi vida real.

INTENTO ROBARLE MINUTOS

INTENTO ROBARLE MINUTOS

Mi despertador sonaba cada mañana a las siete en punto, siempre era extremadamente puntual, el nunca se retrasaba, no le entraba ningún tipo de pereza. Mi despertador no pedía cinco minutos más, ni pensaba que ojala llegará ya el sábado para no tener que madrugar. Mi despertador no se ponía nervioso por llegar tarde, ni porque ese día hiciera mucho frio en la calle. Daba igual que fuera verano, otoño, invierno o primavera, porque él siempre se despertaba con ese pitar, “pi pi pi pi, pi pi pi pi, pi pi pi pi…” y esperaba a que yo le contestará, a que le diera mi caricia por la mañana, aunque a veces esta caricia se hacía esperar porque me escondía bajo las mantas, y otras, era algo más brusco que una caricia.

No lo hacía a posta, pero su voz..., simplemente… Había días que no quería oírle, y que no se introdujera en mis sueños como ya había hecho algunas veces, simulando que era un teléfono que sonaba, o un timbre de la puerta, o un claxon de un coche. Otras veces, me levantaba media hora de que hablara, entonces le observaba con miedo ¿Qué me dirá ahora?, veía que me daba treinta minutos de tregua, y yo intentaba dormirme lo más rápido posible. Veinticinco. Veinte. Quince. Justo cuando quedaban diez minutos me quedaba dormida, pero ya era demasiado tarde, no me daba tiempo a comenzar un nuevo viaje en mi mundo de irrealidad, y el volvía a secuestrarme, y me mandaba otra vez a mi vida, a mi quehacer diario, a mi rutina.

Así pues, cada noche intento robarle minutos sin que se dé cuenta, tal vez, lo consiga algún día, cuando se quede sin pilas y sea yo la que le devuelva a la vida.

MIS MASCOTAS INVENTADAS

MIS MASCOTAS INVENTADAS

Comencé dibujando un pequeño círculo, del que salieron dos pequeños palitos, que en un futuro serían las patitas. Al no saber hacer pies decidí dibujar en cada palito unas tres rayitas, esos serían los deditos. En la parte superior del círculo, aunque un poco desplazado del eje vertical coloque otra circunferencia y dentro de esta otra más. Y para terminar un pequeño triángulo en el lado izquierdo.

A partir de ahí tuve una nueva mascota, esta era mía, yo la había creado, le había dado vida, ahora me quedaba colorearla, impregnarla de mi propio estilo. No quería un cachorro, ni que mi padre me llevará a la tienda de animales y me hiciera elegir, porque mis mascotas eran mucho más que eso, tenían diversos colores, algunos tenían fuertes garras y plumas por el cuerpo, otros tenían unos pequeños picos y unas patitas muy muy largas. Pero sobre todo, ellos tenían poderes especiales, y ¡podían hablar conmigo! Nos comunicábamos en un idioma extraño, en nameliano, no era muy común, y por más que se lo intentaba mostrar a mis padres, ellos siempre me decían que dejará de inventar palabras y atendiera más a lo que nos enseñaba la profesora Marga en el aula.

No entendían que no podía vivir en ese mundo donde cada día era igual, no me gustaba estar encerrada entre cuatro paredes, y prefería huir de allí en cuanto tenía una mínima posibilidad.

Una mañana al levantarme, vi a Spit asomado a mi ventana. Tenía un cuello muy largo, y unas antenas muy pequeñas, su boca era grande y parecida a la de los patos, su patas cortas pero atléticas, sus alas parecían más las de un gran águila, aunque lo que más me llamaba la atención era esa hermosa cola como la de un pavo real, toda llena de colorines, así como una gran alfombra árabe.

Vi que me hizo un movimiento, me invitaba a subir a su lomo ¿Dónde iríamos hoy? ¿A qué extraño país me llevaría? Vacié la mochila que tenía para ir al colegio. Metí una sudadera, una botella de agua, algo de alpiste para Spit, y un paquete de galletas porque todavía no había desayunado y ya empezaba a notar el agujero en el estomago.

Salí corriendo sin que mis padres se enteraran, aunque a partir de aquí, nadie se imagina todas las cosas que descubrí, todos los mundos que visité y todas las aventures por las que pasé. Sin embargo, espero contároslas algún día. Aunque ahora con mis setenta años de edad necesito descansar.

ABRÁZAME POR DETRÁS

ABRÁZAME POR DETRÁS

Abrázame por detrás. No dejes de hacerlo nunca, porque en cada uno de esos abrazos desaparezco, me sumo en un gran sueño y dejo de existir. Noto como mi piel deja de separarme de la tuya y me fundo ligeramente a otro plano. Un plano que no es real, es otro mundo, un mundo donde me muevo por impulsos, emociones, donde el beso es la meta, y tus manos, tu boca, tu cuerpo las que me ayudan a llegar a ella. Podrías colarte en mis pensamientos, en mis sentimientos, porque creo que no encontrarías ni una mísera barrera, ni cerraduras, ni ningún tipo de sistema de alerta, siempre estoy dispuesta a compartir contigo cada segundo, siempre estoy dispuesta a desvanecerse a tu lado. Me da igual el día, el lugar, la estación del año, si es de noche o si por el contrario, el sol nos alumbra con todas sus fuerzas, porque innegablemente tienes ese algo que me lleva a ti una y otra vez. Y por eso, no dejes nunca de abrazarme por detrás…

INDEPENDIENTE HASTA LA MÉDULA

INDEPENDIENTE HASTA LA MÉDULA

Me puse el sombrero negro, me tape bien el cuello con la bufanda y me coloque los guantes. Decidí salir aquella noche, porque no podía quedarme en casa, me parecía ver sombras en cada rincón y un chascar de muebles que me resultaba extraño y amenazador. Así que, pensé que lo más lógico era salir corriendo de aquel lugar que hasta ese momento, había constituido una parte importante de mi vida.

 

Allí crecí con mi familia. Tras la muerte de estos,  mi nombre apareció en el testamento, así pues, me quedé con ella, hice algunos pequeños cambios para amoldarla más a mi estilo, ese estilo que consiste en vaciar estanterías y poner solo un adorno o dos a lo sumo, y es que, ver muchas cosas me agobiaba, tal vez por ello, mi vida, también estaba prácticamente vacía.  Mi currículum tenía lo imprescindible, mis trabajos se podían contar con los dedos de la mano, mis relaciones eran escasas, mi cuenta corriente solía temblar cada vez que llegaban las facturas, y mi frigorífico solamente tenía un cartón de leche, algo de queso, y unos pocos yogures.

 

No tenía hijos, a pesar de que cada vez que me veía alguna vecina me preguntaba “Bueno guapísima ¿Para cuándo?”. No entendía nada este comportamiento, ¿a caso me metía yo en sus vidas?, ¿les preguntaba cuándo pensaban separarse de un marido que les pegaba?, o ¿cuándo iban a hacer caso a su hijo que pedía a gritos un poco de atención? No quería preguntas, o al menos no ese tipo de interrogatorios. ¿Tanto costaba hablar del tiempo? No comprendía porque esa conversación tenía que quedar relegada a los minutos de ascensor. A mí me gustaban esas interacciones vacías que no quedaban en nada, pero que servían para mantener una relación cordial y que además, me capacitaba para responder fácilmente sin mandar a la mierda a la persona que tenía en frente. Por cierto, siento si mi vocabulario puede ofender a alguien, aunque me defenderé diciendo que hay en ciertas ocasiones donde no encuentras palabras formales para describir los sentimientos de otra forma.

 

Puedo decir que no había conocido a nadie perfecto para mí, esa seguridad, esa confianza, esas mariposas en el estomago que dicen que se sienten, se me habían estado escapando toda mi vida. Y ahora, simplemente no las buscaba, me había acostumbrado a estar sola, a vivir entre las sombras de mi apartamento, a hablar de vez en cuando con el servicio al cliente de mi compañía telefónica. Algunos piensan que mi filosofía de vida está más relacionada con la inmadurez, pero no creo que sea así, incluso pensaría que están totalmente equivocados. Porque es más difícil mi forma de vida, tengo que luchar sin compañía contra las inclemencias que me prepara el tiempo, llegar a un salón vacio, no hablar con nadie cuando me levanto…sé que hay muchos que no lo aguantarían y en cambio, yo aquí sigo, como una roca en el lugar donde un día me colocaron.

 

Tal vez, resulte penoso todo esto o por lo  menos, la forma en la que lo estoy contando, pero todo tiene una parte positiva, y por ello, me siento tan arraigada en ella. No tengo que dar cuenta de lo que hago, no me espera nadie, puedo desaparecer cuantas veces quiera, da igual si hoy llevo a un hombre a casa, da lo mismo si he bebido más de lo que hubiera sido conveniente, no pasa nada si decido tomarme un día de huelga y no hacer ni la cama, todo esto deja de tener importancia, porque resulta que ese lugar es solamente mío y puedo hacer con él todo lo que quiera. ¿Egoísta? No, tan sólo, independiente.

 

Por cierto, me llamo Lola. Un nombre tradicional, de toda la vida, y que mis padres me lo pusieron en honor a mi abuela.

SE BUSCA

SE BUSCA

-          Española, 25 años.

-          Procedente de una familia media- baja.

-          Licenciada en económicas e informática

-          Delito: Desfalco económico

-          Condena: Los mismos que al Cachuli

-          6 meses en prisión.

-          Su objetivo al salir: rescatar el dinero que tengo encubierto en una cuenta dentro del Triángulo de las Bermudas, irme al Caribe y seguir consiguiendo dinero, pero esta vez, voy a por algo más ambicioso, las arcas del Estado, porque él me va a encerrar durante años y yo le crearé la mayor crisis de la historia.

 

 

LA HISTORIA:

 

Cuando jugaba al monopoly siempre me gustaba construir hoteles y ganar más y más dinero. Hasta que al final arrebate el puesto a mi padre y conseguí ser la banca. A partir de aquí mi única meta era llenarme los bolsillos de billetes morados.

Años más tarde, cuando me toco elegir la carrera, escogí económicas, el mundo de las finanzas me atraía. Aunque poco después, descubrí que tenía un don, con el que podía conseguir mucho más que con una carrera universitaria. Así que, decidí adentrarme en ese mundo, el mundo digital.

Comencé poco a poco, una tienda pequeña, una cadena de ropa de poca tirada, una empresa,…, hasta que al final hice un gran desfalco…una especie de Julián Muñoz, aunque a lo grande.

En la actualidad, ya me veis, intentando conseguir un ordenador para desbloquear la seguridad de esta maldita celda…

¿UNA MALA CAIDA?

¿UNA MALA CAIDA?

Si, en efecto, estoy en el suelo. Me he caído en medio de la carretera. Fue un resbalón el que produjo mi caída. Un resbalón por parte de unos zapatos preciosos, que no pude resistirme a comprar y que ahora me traicionan de esta manera. Unos zapatos, que cada vez que me los pongo me juegan una mala pasada, pero que no puedo oponerles resistencia, porque, siempre me compro varias cosas a juego. Así que, si los abandono en el armario ¿Con qué me voy a poner el bolso gris y rosa? ¿Con que me pongo mi bufanda rosa y gris? Todo quedaría descompensado,…, por lo tanto, me da igual, deben seguir colocados en mis pies.

 

Pero hoy, como resultado de mi torpeza, he acabado con mi pantalón favorito roto, a nivel de la rodilla, con una raja de lado a lado y con la rodilla destrozada por la dureza del asfalto. Por lo tanto, me he preguntado ¿qué valen más los zapatos o los pantalones? De dinero más o menos me salieron por igual, pero esos zapatos son tan bonitos y esos pantalones…pegan con todo y… ¡¡¡me sientan tan bien!!! La verdad, es difícil deshacerse de cualquiera de los dos.

 

Así que, pienso en la vergüenza que he pasado, en medio de la carretera, con mis piernas simulando una “L”, con un zapato suelto que se me ha salido, con un chico riéndose montado en su coche rojo, y yo con unos carrillos cada vez más del mismo color que su coche. Pienso en cómo he maldecido la suela, la carretera, las prisas, el perder el autobús y el que no haya un paso de cebra. Pienso en cómo me he levantado como si estuviera perfectamente y no me hubiera visto nadie. Pienso en cómo he seguido andando pensando que llevaba tiritas en el kit que llevo en el bolso y en cómo me curaría en cuanto llegará a la parada de autobús. Y pienso en lo torpe que soy, en cómo se ha tenido que reír el chico que viajaba en su coche, en cómo he reaccionado, y entonces… me he comenzado a reír. Dicen que en este caso lo mejor es reírse de una misma, y no da mal resultado, a partir de aquí lo he visto de otro modo.

 

Tenía unos pantalones rotos, es decir, totalmente a la moda. Había hecho reír a una persona que, ¿quién sabe? ¿A lo mejor no se había reído en todo el día?. Me había hecho una herida, así que, cuando llegará a mi casa podría quejarme con total libertad. Se me habían ido totalmente todos los nervios que podría tener antes justo de una exposición que me tocaba ese día, y he llegado a la conclusión de que voy a raspar la suela del zapato o ha echarle coca-cola para que se quede pegado al suelo definitivamente.

MI MUNDO PATAS ARRIBA

MI MUNDO PATAS ARRIBA

Otro día más. Pero no como los demás. Me caí de la cama y mi mundo estaba al revés. Me encontré  caminando por un suelo lleno de estrellas. Abajo solo había unas cuantas estanterías y si miraba el techo podía ver mi cama.

 

Lo pase mal a la hora de lavarme la cara, porque primero tuve que saltar para poder encender el grifo y luego, tal vez fue más una ducha que un lavado consciente. El agua comenzaba a salir y no podía pararla. Así que tuve una gran idea, fui corriendo a la entrada donde estaba el paragüero, teniendo cuidado con no pisar ninguna  de las lámparas que encontraba en el camino. Escogí uno pequeño, uno que no chocara con las paredes, lo lleve corriendo al baño y lo abrí. Deje de mojarme. Ahora, tal vez, si llenaba el suelo del baño me serviría de bañera. Pero caí en la cuenta, de que a lo mejor, al estar en contacto con los focos no tendría un buen final. Así que, deje el paraguas a un lado, y volví a dar saltos para poder apagar el grifo.

 

Después de esto, y de encontrar algo que me sentara más o menos bien. Decidí salir fuera, a la cafetería de la esquina para desayunar. Tal vez allí, todo sería más normal. Por lo tanto, abrí la puerta con cuidado cerré los ojos y decidí dar un saltito hacia el exterior.

 

Pero cuál fue mi sorpresa que no había cafetería en la esquina, ni coches pasando, ni gente paseando, solo había una especie de algodón bajo mis pies, una masa blandita y vaporosa de color blanco. Cuando miraba al horizonte solo veía un color azul, y de repente comprendí que tenía que mirar de inmediato al cielo.

 

Cuando alce mi cabeza allí estaban todos, mi anterior mundo, porque ahora estaba en algo muy diferente. Era mi propia realidad, la que había buscado siempre, y la que gracias a alguien, que puso mi mundo patas arriba, la encontré.